Carta de Jacques Gaillot del 1 de Abril de 2000

La llamada de Juan Pablo II
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La llamada de Juan Pablo II

Con motivo del año jubilar, se celebró recientemente una liturgia excepcional en la Basílica de San Pedro. Primero, el Papa se puso en actitud orante delante de la Pietá de Miguel Ángel. El símbolo era elocuente. Así como la Pietá llevaba en brazos el cuerpo del crucificado, el Papa cargaba con los pecados de su Iglesia.

Los cardenales leyeron seis grandes peticiones de perdón. Estaban relacionadas con las cruzadas, la Inquisición, los judíos, la discriminación de las mujeres, los pobres... Celebramos esta audacia inhabitual de la Iglesia católica que no teme quitarse las máscaras de la intolerancia, de la injusticia y de la violencia que llevó puestos en ciertos momentos de su historia. Tomó una postura humilde, confesando las faltas cometidas. ¡Ya nos gustaría que otras confesiones hiciesen otro tanto!

Después de los seis mea culpa yo esperaba un séptimo. Soñaba que un cardenal, discípulo de Francisco de Asís, tomase la palabra: "La Iglesia pide perdón a Dios por haber sido cómplice, en el transcurso de los siglos de la dominación del hombre sobre la naturaleza: una naturaleza que ha sido saqueada, expoliada, violada. Olvidando que somos parte integrante de ella y que pertenecemos al linaje de los vivientes, nos hemos comportado como tiranos respecto al mundo de los seres vivos".

Pero el perdón, por muy necesario y esperado que sea, reclama actos de enmienda para poner de manifiesto los cambios de orientación. No se opone a la justicia, la presupone. No está hecho para dar buena conciencia, se abre al futuro. No podemos reconciliarnos basándonos en el olvido.

De este modo, pedir perdón por el no respeto de la dignidad de las mujeres está bien ¿pero qué hacen hoy en la Iglesia par que desaparezca la discriminación que padecen las mujeres?

Pedir perdón por el desprecio de los pobres y marginados, eso está bien, pero lo que cuenta es ver hoy como la Iglesia se pone de su parte sin afianzar el poder de los poderosos y adinerados.

Pedir perdón por las exclusiones perpetradas en transcurso de los siglos, está bien, ¿pero qué hace hoy la Iglesia con el sufrimiento de los divorciados vueltos a casar excluídos de la eucaristía, los curas casados excluídos del ministerio, los teólogos excluídos de la enseñanza?

Juan Pablo II lanzó una llamada clamorosa a los cristianos: "Que nunca más se ofenda la caridad en el servicio de la verdad; nunca más gestos contra la comunión de la Iglesia; nunca más ofensas a ningún pueblo; nunca más recurrir a la violencia; nunca más discriminaciones, exclusiones, opresiones, desprecio de los pobres y pequeños".

¡Ojalá esta llamada del Papa se traduzca en práctica liberadora en nuestras vidas! Porque más allá de la conversión de los corazones y de las actitudes evangélicas, hay leyes y tradiciones que siguen aprisionando y excluyendo. En este año jubilar ¿no ha llegado el momento de mostrar que el sábado está hecho para el hombre?

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