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Un pueblo olvidado
- Acompañando a una delegación francesa, visité
dos campamentos palestinos en el Líbano: el de Ain-El-Helua, sobrepoblado,
y el de Jatila, herido por las matanzas de 1982.
- El año 1998 señala el 50 aniversario de la expulsión
de casi un millón de palestinos desposeídos de sus tierras.
- Los ancianos lo recuerdan: corría 1948, vivían en Nazaret,
Acre o Tiberiades... se marcharon a pie con sus hijos; dejando sus casas,
sus olivares... todo lo que tenían. Tenían la esperanza de
volver, al cabo de unas semanas, después de la tormenta. Pero transcurrieron
50 años.
- Aquel hombre de 84 años, con lágrimas en los ojos, no
cesa de lamentarse: "Qué crimen cometí para merecer
esto?" se dirige a nosotros en francés para lanzarnos su mensaje:
"Luchen por la justicia".
- Aquellos palestinos no reclaman medicamentos, escuelas, hospitales...
quieren la justicia, es decir, el derecho a volver.
Conocí a jóvenes palestinos que nacieron en los campamentos.
Gracias a sus padres y a sus abuelos, conservaron la memoria de aquella
tierra de palestina. Todavía están muy apegados a ella. La
causa palestina permanece como un símbolo para mucha gente a lo ancho
del mundo. Un símbolo, también para todos aquellos que han
sido desposeídos, para todos los "sin derechos".
- Pero la causa palestina siempre será la mala conciencia de los
pueblos ricos, mientras no se muevan para que se le haga justicia a este
pueblo olvidado por la Historia.
- Los palestinos que encontré en el Líbano sufren más
hoy que ayer: sus condiciones se han tornado más precarias. Ya no
tienen perspectivas. No hay perspectivas de futuro.
- Y, sin embargo, ocurre algo extraordinario, conservan en lo más
profundo de su ser lo que nadie ha podido quitarles nunca: la esperanza.
La esperanza de volver algún día a su tierra.
Jacques Gaillot
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