Carta de Jacques Gaillot di 1 de Noviembre 1997 |
El sermón de la monaña | Archivo |
El sermón de la montañaQuién puede permanecer insensible a las bienaventuranzas? "Dichosos los pobres de corazón... Dichosos los mansos..." Es una música cuyas melodías penetran el alma: "Dichosos los que lloran... dichosos los que tienen hambre y sed de justicia..." Es una brisa ligera que susurra felicidad a nuestro corazón: "Dichosos los misericordiosos... dichosos los limpios de corazón..." Es un horizonte abierto que nos llena los ojos de luz: "Dichosos los que trabajan por la paz ... Dichosos los perseguidos por causa de la justicia..." Nunca llevamos a la práctica una sola de estas bienaventuranzas sin sacar a la luz lo mejor que llevamos dentro. Si aceptamos el riesgo de vivir las bienaventuranzas, no nos convertimos en personajes blindados; por lo contrario se manifiesta fragilidad en los combates que llevamos. Porque los que aumen el sermón de la montaña son seres vulnerables que intentan superar sus miedos y vencer las pruebas, preocupados constantemente por los demás. En un mundo en que reinan la soledad y la sequedad de corazón,
manifiestan compasión poniendo el amor por encima de todo. Para ellos
no hay más maldición que un corazón sin amor.
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