Catecismo electrónico de Marzo 1999

El sacramento del matrimonio

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El equipo que trabaja en este catecismo os propone cada mes dos textos. Agradecemos vuestras sugerencias para mejorarlos.

Quisiéramos que este catecismo fuera una construcción común. No dudéis en someternos otros temas.

 


EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

 

Entre los grandes hitos de la vida, el compromiso en una vida a dos constituye indudablemente una etapa decisiva que toma, para los cristianos, todo su sentido en una celebración sacramental.. Si la presencia vivificadora de Dios marca nuestra vida entera, hasta en los más ínfimos detalles, es bueno tomar especialmente conciencia en esos momentos privilegiados. ?Como Dios, que es amor, podría desinteresarse por la vida de cada uno de nosotros y de los lazos que nos unen? El compromiso en una vida a dos es uno de los tiempos fuertes de la existencia.

El matrimonio es una institución humana, establecida según normas promulgadas por la sociedad civil . Por tanto, no es la Iglesia quien casa. Pero ella asume de alguna manera este compromiso dentro de una liturgia sacramental. Porque, celebrando el amor conyugal, anuncia y proclama que Dios está en el corazón de este amor, donde está su fuente, que lo vivifica y revela su dimensión infinita.

El sacramento del matrimonio es el encuentro entre la presencia amante, gratificante, de Dios y el compromiso en el smor de dos seres que unen su vida para darse plenitud uno a otro y para ser, gracias a esta ayuda mutua vivificante, creadores de vida y de amor. Lo van a ser, no sólo para los niños que traerán al mundo, sino también para todos los aspectos de una existencia que quiere llevar la marca de la Buena Nueva de Jesús. "Lo que le hagáis al más pequeño de los míos, a mí me lo hacéis".

Si la celebración del matrimonio le da una solemnidad especial al día en que los esposos expresan públicxamente su compromiso en el seno de una comunidadunida en el fervor y la oración, el sacramento no se limita de ninguna manera a este paso inaugural. Su matrimoniose vuelve cada día más sacramental a lo largo de su vida, en la medida en que su amor, marcado con el soplo del espíritu, se encarne en su vida cotidiana.

De este modo, el sacramento del matrimonio, alianza entre un gesto humano y la inspiración divina, se inscribe en el devenir de una pareja llamada a irradiar la llama que la anima en el seno de una de una familia y en una sociedad que necesita especialmente este fermento de solidaridad y de amor.

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LA VIDA ETERNA

 

?Qué puede significar la expresión "vida eterna" para un ser humano cuya vida está programada ineluctablemente? ?Cómo concebir una vida semejante para los seres históricos que somos, con un comienzo y un fin y, entre ambos, el desarrollo de una historia que nos convierte en lo que somos? Los que piensan que la nada es lo único que nos espera después de la muerte aceptan dfícilmente una vida eterna. Y, sin embargo, en el corazón de todo ser humano, viven el deseo de superación de los propios límites, la llamada a un mayor y mejor sabor de vivir plenamente, que constituyen un poderoso motor de la humanidad hacia el progreso y el pleno desarrollo. Por ello, hay menos diferencia de lo que se suele pensar entre el ateo "que no cree en el cielo" y el creyente qu sí "cree". Este último no tiene mayor certidumbre sobre su existencia que el primero tiene de su inexistencia.

A pesar de nuestros esfuerzos de imaginación, incluso de imaginació científica sobre el espacio-tiempo o sobre la biología, la vida eterna no puede probarse. No es del ámbito de lo evidente. Sólo es del ámbito de la fe en un Dios que no nos abandons. La fe de los cristianos en una vida después de la muerte está fundada en la resurrección de Jessús. Dios no ha abandonado a su Hijo, después de su muerte en la cruz, por tanto, tampoco nos abandonará a nosotros. Esta vida no se gana con mérito sino que nos es dada. Incluso podemos preguntarnos si no nos será dada ya desde ahora. Cada vez que hacemos retroceder los límites de la enfermdad o de la muerte, cada vez que se conserva y desarrolla la vida humana, cada vez que contribuímos a mejorar el entorno de vida económico, social, político o ecológico de las personas, cada vez que luchamos contra la miseria y la injusticia, introducimos una dimensión de vida eterna en nuestras vidas finitas. Cada vez que nos deslumbra la belleza del mundo, nos seduce la bondad de los seres, nos embriaga el conocimiento y los descubrimientos, nos conmueve la fragilidad de los más pequeños de nosotros, vivimos momentos de eternidad. Esa vida eterna escondida debajo de nuestra humanidad a la manera de la semilla de mostaza, una semilla diminuta, destinada a crecer y a convertirse en un árbol donde los pájaros podrán encontrar coobijo. Comienza a desarrolarse aquí abajo, continúa creciendo y llega a su plenitud tras nuestra muerte, sin cambio de rumbo radical, aunque se trate de una nueva etapa de nuestra vida, que no es destruída sino tansformada. Se trata de la vida de todo el ser, por tanto del cuerpo que es su concretización y del entorno relacional sin el cual nada seríamos. Los lazos tejidos, el amor dado y rcibido, son parte integrante del ser. No podemos existir solos, no podemos ser felices solos; Sólo juntos viviremos eternamente. Iniciada ya desde ahora y presente en nuestras esperanzas, nuestras decisiones, nuestros amores y nuestas luchas, presentándose como apertura indefinida del deseo más que como satidfacción colmada, esa vida justifica su cualificativo de "eterna". No una existencia larvada en el "descanso eterno", sino una vida en plenitud, asociada a la actividad creadora de Dios. Haremos unos cielos nuevos y una tierra nueva, como ya lo estamos sñanddo, y Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos.

A pesar de los destellos de eternidad que transfigurn a veces nuestras vidas, no tenemos seguridad humana sobre la existencia de esa vida y sólo podemos confiar en el Evangelio, Jesús aparece como aquel que tiene poder sobre la vida: "yo soy la vida", "mi vida, nadei me la quita, tengo poder para darla", "quien cree en el Hijo tiene la vida eterna". Sin embargo,, viviendo su condición humana hasta el extremo, hasta la cruz, y sin certidumbre, confía: "Padre, en tus manos encomiendo mi soplo, mi vida". Sólo nos queda hacer nuestras las palabras de Pedro: "Sñor, ?a quién iríamos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna".

Alice goumbautt

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