Catecismo electrónico de Junio 1998



La calle El trabajo

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El equipo que trabaja en este catecismo os propone cada mes dos textos. Agradecemos vuestras sugerencias para mejorarlos.

Quisiéramos que este catecismo fuera una construcción común. No dudéis en someternos otros temas.

 


 

 









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LA CALLE

 

Es el lugar de la verdadera vida, el retrato viviente y trepidante de cualquier sociedad humana. La calle, lugar de la igualdad por excelencia, que no limita ninguna frontera, pero donde se evidencian como en ninguna otra parte las desigualdades más llamativas, las más dolorosas.

La calle es un tambor que suena con todas las alegrías, con todas las desgracias del hombre. Porque desde ella suben las rabias y la desesperación, los sufrimientos y las revueltas. En la calle es donde se grita contra la injusticia, la incomprensión, donde la gente se concentra, se une, también donde resiste. En la calle es donde los débiles, los oprimidos, los excluidos y los abandonados se reúnen para clamar su miseria. Tristeza y rencor? No sólo eso... porque en este caldero de todas las turbulencias, hierven también las ideas de libertad, de justicia y de fraternidad. Allí, al aire libre de las ciudades, entre las murallas del confort, del egoísmo o del miedo, es donde se encuentran aquellos que se niegan a doblegarse con el pretexto de una fatalidad socioeconómica cualquiera, aquellos que no creen en los imperativos de unos tiempos que se suponen forzosamente inhumano.

Porque lo humano está en la calle. El corazón del pueblo de Dios late a ras del adoquín, y el Evangelio nos empuja incesantemente a "salir fuera", invita en permanencia a enfrentarse a los avances caóticos de una sociedad en perpetua evolución.

Ignorarlo, quedarte en el balcón, negarte a mezclarte con la vida que fluye a borbotones bajo tus pies...es como mirarte en un espejo roto. Lo que se refleja sólo es un retrato falseado, desmigajado, de la realidad. Y del futuro.

Afortunadamente, hay cristianos que aceptan el riego de agregarse directamente, incluso brutalmente, a los dolores y a las alegrías, a las tragedias y a las fiestas de este mundo. Bajan a la calle para osar ser solidarios. Se alegran de que Dios se exprese desde la calle.


 

 

 

 

 









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EL TRABAJO

 

Encontrar trabajo, tener un trabajo, conservar el trabajo... cuántas veces oímos estas frases que resumen a la vez esperanza y temor.
Para la juventud, el trabajo representa la independencia, la afirmación de sí. También el futuro. El trabajo se vive como el reconocimiento social por excelencia. Sin él, Cómo labrarse un porvenir?
Por el trabajo la mujer encontró su autonomía. Con él, la igualdad de los sexos progresó, aunque quede mucho por hacer.

El paro, que no ha parado de agravarse, es vivido como una ruptura, una pérdida de sentido. Los jóvenes lo viven, en el peor de los casos, como una especie de vacío, de pozo sin fondo, en el mejor de los casos, como una zona de paso de la que hay que salir a toda costa.

Por su parte, los adultos están no menos desorientados. Cuando los despiden, no sólo pierden un empleo, pierden su identidad. Ellos tenían la sensación reconfortante de pertenecer a una empresa como se pertenece a una familia, de no ser más que una pieza del engranaje, desde luego, pero una pieza útil, y se sienten aplastados, laminados por el vacío. De pronto sienten que sobran en una sociedad que, con frecuencia, sólo juzga al inidividuo en función de su rentabilidad.

La visión del trabajo como motor de la vida social parece inamovible. Y, sin embargo, las transformaciones, las mutaciones, la mundialización económica, modifican el paisaje del empleo. Ya no se trabaja de la misma manera, ni tampoco en las mismas condiciones hoy que a principios de siglo.

El papel del ocio, de la vida familiar ha evolucionado y evolucionará todavía más.

La época del pleno empleo pasó a mejor vida. Se está buscando otro concepto, otro equilibrio del

trabajo. La creación de empleos de proximidad, dignamente remunerados sólo podrá acrecentarse. En el ámbito de la salud, de la educación... Todo está siempre por inventar. Nada es inamovible.

Las dificultades económicas no lo disculpan todo. De tanto correr en busca del beneficio, una sociedad pierde su alma. Y olvida cual debe ser, para su propia supervivencia, su combate esencial: colocar siempre al hombre en el primer lugar.

 

 

 

 









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