bible
 
«No te sigue… No nos sigue»  
Lc 9, 49; Mc 9, 38  
   
En el Evangelio de Lucas, vemos al apóstol Juan tomar la palabra y decir: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no te sigue [o “no viene con nosotros”]» Jesús les dice: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, estás por vosotros» (Lc 9, 49)  
   
Este corto episodio evangélico manifiesta a la vez la apertura de espíritu de Jesús y lo que puede parecer la intolerancia de un discípulo cuando se encierra en sus propias ideas sobre el modo de seguir a su maestro. El paralelo de este texto, en Marcos, es aún más evocador: «… Hemos querido impedírselo, porque no nos sigue [“no viene con nosotros”]». El « nos » de los discípulos ha borrado la referencia al mismo Jesús.  
   
Se considera el grupo, entonces, como un sistema cerrado, donde se olvida lo esencial del mensaje de Jesús: hacer el bien antes que el mal, dar la vida antes que quitarla… ¡y tanto mejor si esto lo hacen personas religiosa o humanamente diferentes, sin un sello oficial de ortodoxia! Lo importante es que ellos consiguen liberar a sus semejantes de todo lo que les oprime: el hambre, el racismo, el sexismo, el integrismo religioso…
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Es sin duda el sentido de la respuesta de Jesús a Juan: «Quien no está contra vosotros está con vosotros». Puede que no os siga en el grupo de los Doce, pero, desde el lugar lejano donde expulsa demonios, ¿no está más próximo del Maestro y de su evangelio, que los discípulos con orejeras que querrían impedirles actuar? ¡Y esto es una buena noticia!  
   
il faudra du temps El apóstol Juan va a necesitar tiempo para entrar en las perspectivas de Jesús. Al final de su larga vida, su lenguaje habrá cambiado mucho; en sus epístolas no cesa de repetir: « ¡Amaros los unos a los otros! ». Pero, en tiempos de la vida pública de Jesús, Juan no tiene nada de la imagen demasiado plana que se le atribuye como discípulo bienamado recostado sobre el pecho del Maestro en la Cena. Es más bien un joven lleno de celo, que ve el mundo en blanco y negro, sin ningún matiz. Lo manifiesta, por ejemplo, cuando un pueblo de Samaria rechaza acoger a Jesús; entonces, con su hermano Santiago, está dispuesto a enviar fuego del cielo sobre estos herejes. Una vez más, es reprendido antes de retomar el camino sin violencia para otro pueblo.
 
   
Sin embargo, ¿Quién tiraría la piedra a este discípulo fogoso, con sus ambigüedades de adolescente, pero capaz también de impulsos generosos magníficos? ¿No ha dejado a sus padres y sus redes para seguir a Jesús, tras una simple llamada? Juan es un verdadero hijo de su pueblo, o de su época; escoger a Dios implicaba el rechazo de sus enemigos. Este odio p los que se oponen al Dios único está incluso inscrito en la oración de los salmos: « ¿Como no odiar a tus enemigos, Señor? Los odio con un odio perfecto, son para mí mis enemigos» (Sal 138, 21). Con una tal catequesis, y con la mayor sinceridad, Juan no escapaba a los comportamientos de sus contemporáneos. Será necesaria toda la paciencia de Jesús para cambiar estas reacciones de integrismo.  
   
Nuestra época, desgraciadamente, no está libre de actitudes semejantes, incluido el mundo cristiano. En la cima como en la base, existen cristianos bienpensantes que querrían impedir a sus semejantes, y particularmente a las mujeres, expulsar a los viejos demonios, sencillamente apelando a su pertenencia al grupo de los apóstoles: «No te siguen, porque no nos siguen»… No nos siguen en ciertos aspectos de la doctrina, de la moral, de la manera de celebrar la cena del Señor, de la valoración de lo esencial y lo secundario, etc… ¿Tales censores son capaces de ampliar sus horizontes? Viendo la evolución de Juan, cabe esperarlo.
empêcher par la doctrine
 
   
Jesús acoge a Juan tal como es; él lo ama incondicionalmente, y este amor trabaja el corazón del discípulo y acaba por transformarlo.