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Feliz
Navidad y venturoso año |
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Llega la Navidad y nuestras miradas buscan la luz en el Oriente,
como otrora los Magos guiados por la Estrella, de camino hacia
la capital y la aldea con sus topónimos simbólicos
que todavía hoy resultan tan evocadores: Jerusalén,
visión de paz; Belén, casa del pan. |
Jerusalén se convirtió en el espejo del mundo quebrado.
Vive en su propia carne la ruptura entre dos pueblos.
Belén, que ha visto nacer al Príncipe de la paz
hace dos mil años, asiste impotente a la construcción
de un muro contra la paz.
Sin paz en esta región del mundo ¿podrá
haber paz en el resto del mundo?
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- Pero he aquí que un nuevo retoño de olivo
inesperado acaba de brotar, alumbrando una luz de esperanza.
Llega desde Ginebra donde israelíes y palestinos han
demostrado al mundo entero que un plan de paz es posible. |
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El pacto de Ginebra es una luz en la noche. Una luz que se derrama
por todas partes, llevada por hombres y mujeres de buena voluntad.
¿La opinión pública será capaz de
sacarle provecho?
- La Tierra no está hecha para que peleemos en ella.
Los niños que van a disfrutar durante un momento de la
luz de la Navidad no están hechos para la guerra.
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Me gusta orar delante del nacimiento con la mirada maravillada
de los niños. Presento ante el Niño de Belén
a todos los que se sienten abandonados y desanimados. |
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Coloco en sitio preferente, cerca de María y José,
a los extranjeros sin papeles, los presos, los enfermos, los
heridos por los atentados terroristas, a los minusválidos.
Cerca de los pastores, coloco a los gitanos, los ancianos que
están solos, a las mujeres y niños abandonados... |
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- Es tan grande la multitud que me tengo que quedar muy
atrás, lejos, y que ya no veo al Niño Dios. ¡Pero
me hace tan feliz que esa multitud de gentes pequeñas
puedan ver a Aquél que vino para ellas con palabras de
paz!
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