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Reunión de familia
En un pueblecito del Sur de Francia, mi prima celebraba su
cincuenta aniversario de vida religiosa. Llegaba de Jerusalén
donde había vivido durante más de cuarenta años
trabajando en hospitales. Su numerosa familia ponía interés
para que el acontecimiento se celebrara como se lo merecía.
Aquí todos, jóvenes y menos jóvenes, dan
importancia a la práctica religiosa. |
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La celebración en la iglesia del pueblo abría
las festividades. Los jóvenes se hacían cargo de
la animación. Al principio de la misa, se me ocurrió
no hacer sermón. ¿No era mejor idea dejar la palabra
a mi prima? Una vez se hubo proclamado el Evangelio, la llamé
al micrófono para entrevistarla. Temía una negativa
por respuesta pero aceptó gustosa y dio un hermoso testimonio
de fe delante de la asamblea de su familia. |
Cuando le pregunté por lo más valioso para
ella, en el transcurso de sus cincuenta años de vida religiosa,
respondió: "fue ser amada por Dios y experimentar
su fidelidad a lo largo de los años
" No podía dejar de preguntarle por la cuestión
palestina"¿Cómo has vivido ese desgarro entre
dos pueblos?" "Es doloroso, incluso dentro de mi propia
comunidad. Pero vi el sufrimiento de los palestinos y la injusticia
que padecen a diario". En la asamblea no se oía ni
una mosca. |
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En la sala comunal había una gran mesa con bebidas
y platos preparados por las familias. Cada cual iba y venía
libremente. Todo transcurrió con sencillez. Era una delicia
estar juntos. |
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Un acuerdo sorpresa
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El comité de "sin papeles"(extranjeros ilegales)
de Lille me había invitado para reunirme con los huelguistas
del hambre que llegaban al 56º día, los que estaban
ingresados en hospitales estaban especialmente graves. El calor
era de canícula. |
Me recibieron en la estación y me llevaron de inmediato
a la Bourse du Travail. Bajo las lonas de las tiendas,
grupos de extranjeros de diferentes nacionalidades estaban tumbados,
cansados y flacos. Había mujeres. Quise saludar a cada
uno y cada una, pidiéndoles que tuvieran valor. Sonríen
y aplauden cuando les digo: "Cuando os den los papeles habrá
una fiesta. No olvidéis invitarme para que os vea de pie"
La visita en los hospitales de la región causa espanto.
Saludo a unos jóvenes que hablan sobre todo con los ojos.
Se ve desesperación. |
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Sorpresa: el prefecto de la región convoca una reunión.
Salgo precipitadamente del hospital para reunirme con el rector
de la mezquita de Lille y el obispo auxiliar. el prefecto pide
que cese la huelga del hambre. Acepta con buenas intenciones
un nuevo examen de los expedientes, para que puedan proceder
a las legalizaciones en los meses siguientes.
Me marcho a los hospitales para anunciar la noticia a los ilegales.
Fue para ellos una buena noticia increíble. Algunos lloran
de alegría. En las plantas los médicos, enfermeros
y enfermeras se ven aliviados y contentos. Van a parar la huelga
del hambre se va a parar. |
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En el mercado del pueblo
En compañía de un sobrino y de un sobrino nieto,
venía yo a hacer unas compras. Nos detuvimos en un puesto
donde exponían ropas y artículos de deportes. El
joven vendedor era un hombre de color. Me miró con detenimiento.
Noté que estaba dudando pero no hice nada para ayudarle. |
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Tras un instante, me ofreció resueltamente su mano:
"Le reconozco" Se veía que disfrutaba con su
descubrimiento. Lo felicité. Supe que era paquistaní.
"Sé lo que hace usted para los extranjeros, me dijo,
y aprecio que esté atento a cada todos".
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Esta palabra inesperada evocó en mí de inmediato
la actitud de Jesús. Cuando se encuentra con una persona
por el camino, se toma su tiempo para estar con ella. Le da tiempo
para que pueda cambiar y reconocerle. Deja al grupo, a la multitud
para hacerse presente a esta persona. |
¿Acaso no nos invita también a nosotros a
mantener la misma actitud? "Lo que le hagáis a uno
de estos pequeños que son mis hermanos". Jesús
no dice lo que le hagáis "a la multitud" sino
"a uno" de estos pequeños. El joven paquistaní
seguía mirándome. Tenía interés en
hacerme un regalo. Un regalo del que sacó provecho mi
sobrino. |