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- Bajo el soplo de Pentecostés
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- "Es bueno que yo me vaya, pues si no me voy,
- el Consolador no vendrá a vosotros"
- (Juan 16,7)
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Estas palabras, que Juan le atribuye a Jesús, reflejan
bien lo que han vivido los discípulos. La prueba que fue
para ellos la muerte de Jesús, y más en las condiciones
particularmente ignominiosas. Sin embargo, ellos tomaron conciencia
de que lejos de ser aniquilado por la muerte, Jesús estaba
presente, estaba vivo. Así, renunciando progresivamente
a los años de proximidad con él, haciendo el duelo
de esta familiaridad cotidiana -tal es el sentido de la Ascensión-
están finalmente dispuestos a acoger al Cristo de la Resurrección
y tomar un nuevo impulso.
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- Para nosotros también, como para todos los cristianos,
es bueno que Jesús se haya ido. Físicamente presente,
estaba confinado en una época, en el espacio reducido
de lo que se podía recorrer a pie. Limitado dentro de
una cultura, un modo de pensar, una lengua, unas expresiones
estereotipadas. Entonces sentiríamos la tentación
creciente de ser calcos de Jesús, de imitar sin más
sus comportamientos.
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Convertidos en gestores de su Tradición, es decir,
de lo que él les ha dado con sus enseñanzas y manera
de ser, los cristianos de las diferentes épocas y culturas
están llamados a encarnar la Buena Nueva de Jesús
en un universo diversificado. ¡Qué extraordinaria
misión creadora, en la fidelidad a su mensaje y al hoy
del mundo. Bajo el soplo del Espíritu, el mensaje de las
Bienaventuranzas está llamado a encarnarse en las condiciones
propias de nuestra época, con su diversidad de culturas
y civilizaciones. Y esto, no sólo bajo el impulso de los
cristianos, sino de todos, agnósticos o creyentes de cualquier
confesión que sea, que trabajan ayudándose mutuamente
para promover un mundo más humano. |
Juan, expresando lo que ha vivido y experimentado con aquellas
y aquellos que han caminado con Jesús, puede añadir:
"Cuando el Consolador haya llegado -porque tanto les había
costado consolarse de su marcha- él os conducirá
a la verdad plena". Esta verdad no puede ensancharse, no
se puede profundizar en su significado, descubrirla siempre más
y más sin el soplo del espíritu de Jesús.
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Espíritu de la verdad, Espíritu de santidad,
ya no puede percibirse más que a través de lo que
creen y viven las cristianas y cristianos en lo concreto de su
vivir. Una pesada responsabilidad, para vivirla con serenidad
y confianza. Juan transmite en efecto esta palabra de Cristo:
"en verdad os digo, el que crea en mí hará
él también las obras que yo hago, y las hará
aún mayores " (Juan 14,12). |
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