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septiembre de 2006

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Bajo el soplo de Pentecostés
   

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Bajo el soplo de Pentecostés
 
consolateur
"Es bueno que yo me vaya, pues si no me voy,
el Consolador no vendrá a vosotros"
(Juan 16,7) 

Estas palabras, que Juan le atribuye a Jesús, reflejan bien lo que han vivido los discípulos. La prueba que fue para ellos la muerte de Jesús, y más en las condiciones particularmente ignominiosas. Sin embargo, ellos tomaron conciencia de que lejos de ser aniquilado por la muerte, Jesús estaba presente, estaba vivo. Así, renunciando progresivamente a los años de proximidad con él, haciendo el duelo de esta familiaridad cotidiana -tal es el sentido de la Ascensión- están finalmente dispuestos a acoger al Cristo de la Resurrección y tomar un nuevo impulso.
 
Para nosotros también, como para todos los cristianos, es bueno que Jesús se haya ido. Físicamente presente, estaba confinado en una época, en el espacio reducido de lo que se podía recorrer a pie. Limitado dentro de una cultura, un modo de pensar, una lengua, unas expresiones estereotipadas. Entonces sentiríamos la tentación creciente de ser calcos de Jesús, de imitar sin más sus comportamientos.

diversité Convertidos en gestores de su Tradición, es decir, de lo que él les ha dado con sus enseñanzas y manera de ser, los cristianos de las diferentes épocas y culturas están llamados a encarnar la Buena Nueva de Jesús en un universo diversificado. ¡Qué extraordinaria misión creadora, en la fidelidad a su mensaje y al hoy del mundo. Bajo el soplo del Espíritu, el mensaje de las Bienaventuranzas está llamado a encarnarse en las condiciones propias de nuestra época, con su diversidad de culturas y civilizaciones. Y esto, no sólo bajo el impulso de los cristianos, sino de todos, agnósticos o creyentes de cualquier confesión que sea, que trabajan ayudándose mutuamente para promover un mundo más humano. 

Juan, expresando lo que ha vivido y experimentado con aquellas y aquellos que han caminado con Jesús, puede añadir: "Cuando el Consolador haya llegado -porque tanto les había costado consolarse de su marcha- él os conducirá a la verdad plena". Esta verdad no puede ensancharse, no se puede profundizar en su significado, descubrirla siempre más y más sin el soplo del espíritu de Jesús.
 
Espíritu de la verdad, Espíritu de santidad, ya no puede percibirse más que a través de lo que creen y viven las cristianas y cristianos en lo concreto de su vivir. Una pesada responsabilidad, para vivirla con serenidad y confianza. Juan transmite en efecto esta palabra de Cristo: "en verdad os digo, el que crea en mí hará él también las obras que yo hago, y las hará aún mayores " (Juan 14,12). 

Esprit