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- Obres más grandes
aún
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- "El que crea en mi hará, también,
las obras que yo hago; y las hará aún más
grandes, porque voy al Padre"
- (Juan 14,12)
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- Después de venir Jesús, nada ha quedado
en su lugar. Él ha puesto todo del revés y no solamente
las mesas de los mercaderes del Templo. El "más pequeño"
entre nosotros, el niño, sin palabra y sin nombre, es
"el más grande" en su casa (Lc 9,48).
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- El más grande entre nosotros, el más rico,
el más sabio, el más poderoso, el m,ás santo,
rl más desarrollado, el más solidario: he aquí
lo que es más pequeño a sus ojos y según
su medida. Esto desalienta todos nuestros esfuerzos y hace caducas
todas nuestras cuaresmas.
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Y enfin; "Que el más grande tome el lugar del
más pequeño, y el que manda tome el lugar del que
sirve" (Lc 22,26) ¿Será este un programa político
y la ley de nuestras ciudades? |
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- Es decir, si no será que nuestras categorías
son vanas para pensar la persona de Jesús, vana nuestra
generosidad para entender su mensaje hemos sometido a prueba
todas las escuelas de oración, pagado retiros, sesiones
en monaterios, adornado nuestros oratorios con lámparas,
iconos y sentencias. Y ni siquiera hemos encontrado a Dios.
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- Luego hemos cerrado los ojos, nos hemos dejado caer en
nuestro propio corazón y hemos reconicido que "Dios
es más grande que nuestro propio corazón"
(1 Jn 3,20). Alí hemos ocmprendido que las "grandes
obras" que Jesús ha hecho, las haremos también:
allí donde estamos, porque los cojos andan, los ciegos
ven y los sordos oyen, a través nuestro por la fe en él,
que se comunica a todo su cuerpo.
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- En cuanto a las "obras más grandes",
nosotros, sus discípulos hoy, vamos más lejos que
a Palestina, hasta el fin del mundo, y llevamos su vida más
largo tiempo, hasta el fin de los tiempos. Estas son también
sus obras y son "más grandes", pues él
continúa su obra en nosotros.
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Esto que hacemos hoy, es una cosecha más amplia que
la siembra, un árbol más grande que el grano, en
el que se abrigan los pájaros, un Reino en el que, cada
día se construye la justicia, un gran pueblo que se reconcilia.
De esto, Jesús nos ha hecho responsables. Este Reino que
él ha inagurado al venir a nuestro mundo, lo llevamos
a su realización por el Espíritu que nos ha dejado.
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