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mayo de 2005 

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Superar el mal con el bien: Evangelio de San Mateo 5, 38-48
   

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Superar el mal con el bien: Evangelio de San Mateo 5, 38-48

Los dichos de Jesús son completamente sorprendentes. Expresan la desmesura. Mientras nosotros vivimos habitualmente en el modo del "si tú me das yo te doy": "ojo por ojo y diente por diente", Jesús nos invita a pasar a otra lógica: no a la de la pasividad, sino al contrario a un arriesgarse que establece una relación gozosa para ambos: "Yo os digo que no os resistáis al mal". Dar sin esperar recibir a cambio y sin desesperar de nadie. Supera el mal con el bien. Saldarás del ghetto del miedo.

"Si alguien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra".
Esta sentencia extraña cobra sentido en esta lógica de la superación: rompan con la venganza y la revancha.
 
désarmer No respondas a la violencia con violencia. Quiebra el resorte de la rivalidad. Intenta hacer tomar conciencia al que te agrede, de la violencia que lleva dentro de sí mismo. Muestra a tu agresor la fuerza del que no tiene miedo. Si tu semblante está desarmado, puedes lograr desarmar al que está frente a ti. 

Esta actitud no hace más que seguir los mecanismos de la inhibición, bien conocidos en las relaciones humanas, como ocurre en las relaciones animales.

En un combate de lobos, el que siente que va a quedar por debajo, tiende su cuello al dominante y de este modo inhibe su agresividad. Es un método de regulación. En las relaciones humanas, el o la que toma una actitud no violenta desarma al agresor, el que da más que pide, desconcierta y rompe la escalada de la violencia.

"Si alguien te obliga a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da...".
Jesús nos hace comprender que el que da no pierde. El que da transforma a los otros y a sí mismo.

En la célebre novela de Víctor Hugo "Los Miserables", la policía detiene a un antiguo presidiario que es sospechoso de haberle robado los cubiertos de plata al obispo. Van juntos al obispado. El obispo no acusa al que le presenta la policía. Al contrario, declara que los cubiertos son suyos ¡y le da, además, dos candelabros de plata! Se da la voluntad de que el otro viva. El antiguo presidiario vuelve a ser, por este don, un hombre libre.

"Amad a vuestros enemigos".

aimez vos ennemis No amar solamente a los que nos aman, en el modo del "te doy para que me des". 
 
En la vida ordinaria, yo invito a comer a los que me invitan, hago regalos a los que me los hacen a mí, sirvo a los que me sirven…Pero nosotros debemos imitar la generosidad del Padre que hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos. Su amor se extiende a toda la familia humana sin excepción. Nadie queda excluido.

Se puede pensar que esta sentencia "Amad a vuestros enemigos" no es para nosotros, pues nosotros estamos "bien" con todo el mundo. No tenemos enemigos. Pero los enemigos no son sólo los de fuera. Están también los enemigos interiores que no son menos temibles; a saber, reacciones de prepotencia, de violencia, de miedo así como deseos que no han tenido nunca el derecho de vivir en nosotros, pues las hemos reprimido, y muchas veces ya desde nuestra infancia.

Esta lógica de la superación no busca el interés inmediato. Entramos en una operación a largo plazo, en la dinámica de la amistad en que se da y se recibe. 

long terme


Estas relaciones humanas entabladas con el otro son del mismo orden que las que Dios quiere contraer con cada uno y cada una de nosotros.