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- Tres preguntas para
Jacques Gaillot
Las manifestaciones de Beirut
anuncian la vuelta de la esperanza para el pueblo libanés,
pero marcan al mismo tiempo la vuelta del espectro de la división
del país. ¿Cómo analiza los acontecimientos
posteriores a la muerte de Raffic Hariri?
El asesinato del antiguo primer ministro libanés ha sido
un acontecimiento desencadenante. Ha permitido a los libaneses
manifestarse y liberarse, a los dirigentes árabes tomar
una postura, a Siria retirar su ejército
Se ha podido
notar, por vez primera, que unas manifestaciones pacíficas
habían forzado a un gobierno árabe a presentar
su dimisión.
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Dicho esto, nada es simple en el Líbano,
como en los países de oriente Medio. |
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- En el terreno de juego del Líbano,
persisten los enfrentamientos. Para el Hezbollah libanés
y la comunidad chií, nada se podrá arreglar en
tanto no se ponga fin al conflicto israelí-palestino.
Esto pone de manifiesto que urge la paz en esta región.
Queda que, para gran parte de los libaneses, la partida de las
fuerzas de seguridad sirias es una liberación.
Parece que la historia del Líbano
muestra que sólo el nacionalismo (en el sentido de la
promoción de la nación) sea un facto de unidad.
La religión en cambio parece ser un factor de división.
¿No es demasiado duro constatar esto para un hombre de
Iglesia como es Vd?
Lo que es duro para mí es constatar que los libaneses
tienen la mirada puesta más en sus comunidades religiosas
que en los problemas que afectan a su país como el desempleo.
El bien común es lo que debe importarles. Cuando la multitud
se manifestaba en Beirut en la plaza de la libertad, lo primero
era la «nación». Se daba preferencia al Líbano
antes que a las diferencias que habitualmente separan a los libaneses.
Esto nos devuelve la esperanza.
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El cardenal Sfeir, patriarca maronita libanés es una gran
figura del país. Es un personaje ineludible. Él
comprende la necesidad de dejar atrás el confesionalismo
tanto político como religioso; «Es necesario, dice,
que la gente aprenda a pensar de otro modo».
Vayamos ahora a la salud del
Papa. Ha dejado el hospital, pero parece muy disminuido. Uno
se imagina mal como puede aún conducir los asuntos de
la Iglesia. No teme Vd. que su mantenimiento le aísle
en un papel exclusivamente simbólico (incluso casi iconográfico)?
¿ Es ésta ciertamente una función del Papa,
pero es suficiente?
Sabemos que el Papa se encuentra ahora en la fase terminal de
la enfermedad de Parkinson. En su apartamento medicalizado del
Vaticano, su secretario polaco se ha convertido en el hombre
fuerte. Para poder acercarse al Papa y entrevistarse con él,
es necesario pasar por él. Si no, hay que contentarse
con las breves apariciones de Juan Pablo II.
El poder está en otra parte. Los asuntos de la Iglesia
serán administrados en adelante por otros prelados. Se
va llevando la administración, pero nada más. Preocupa
más la salud del Papa que la vida de la Iglesia.
El cardenal de Colonia ha dicho a propósito de las Jornadas
mundiales de la Juventud que deben celebrarse este verano: «Es
suficiente que Juan Pablo II esté presente. Su sola presencia
es testimonio para los jóvenes».
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Han hecho del Papa un icono. Un icono
que se muestra y que se pasea.
La vida del pueble cristiano merece algo mejor. |
- Palabras recogidas por Olivier Galzi
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