Carta de Jacques Gaillot di 1 Enero 1999

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Subversión para el jubileo

 

La llegada, ahora ya tan cercana, del año 2000, provoca una fascinación semejante a la del paso excepcional por el cielo de una estrella. ?Acaso no vamos a abandonar un mundo antiguo para entrar en un mundo nuevo? Un fin de siglo, y más aún de milenio, es un buen motivo para soñar con un mundo mejor y para abordarlo sin temor. Traspasar juntos el umbral de un nuevo milenio le pone su magia al símbolo.

Y, sin embargo, el tercer milenio no esperó al almanaque para irrumpir en nuestra historia. Acontecimientos como la caída del muro de Berlín, han transportado a la humanidad a un mundo nuevo. Hemos entrado en la era de las rupturas, con mutaciones profundas, sin poder controlar su evolución futura. Todo va muy deprisa. Los descubrimientos en el campo genético abren perspectivas inauditas. La revolución de la cibernética hizo explotar la comunicación. El nacimiento de una auténtica justicia internacional se impone en el contexto de la mundialización. Pero, en el planeta las desigualdades crecen y las injusticias siguen clamando al cielo.

En este contexto, duro para muchos, ?se puede creer que otro mundo sea posible? ?El jubileo que preparan las Iglesias llamará la atención por su subversión? ?Provocará una insurrección por la justicia? ?Traerá iniciativas audaces para liberar el futuro? La antigua tradición judía exigía que cada cincuenta años fueran proclamadas la condonación de las deudas y la liberación de los esclavos. Nada de explotar a los pobres o perjudicarle al extranjero; llegaba la hora de la justicia social y cada uno debía recobrar sus derechos. La sociedad intentaba poner en cero los contadores para un nuevo comienzo. El pueblo necesitaba esta utopía. El año jubilar anunciaba un año de liberación. Las gentes "de abajo" eran sus primeros beneficiarios. Sin ellos el jubileo no habría tenido sentido.

El joven profeta de Nazaret iba a renovar por completo esta práctica del jubileo. Él era enviado "para anunciar a los pobres la Buena Nueva, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lucas 4, 18-19).

!Qué subversión! Jesús no se conforma con discursos; pasa a la acción. No le bastará con unirse a los pobres; esto le habrá de costar la vida. Entonces, el pueblo devuelto a la esperanza se levantará. Un mundo nuevo está a su alcance.

!Qué diferencia con la actualidad! cuando hablo del jubileo con los jóvenes en paro o sin papeles, ponen mala cara: ! ?A quién le va a aprovechar? A nosotros, seguro que no. Como siempre, los que ya tienen algo son los que van a sacar provecho!" Ver la sociedad con la mirada de la gente de abajo arroja una luz infrecuente. Aprender de los que viven con sus malos rollos, cuales son sus expectativas y cuales sus llamadas da otra perspectiva de los acontecimientos. !El jubileo será una fiesta para todos si es primero una fiesta para los sin derechos!

Estos se muestran especialmente sensibles a cada signo de liberación venga de donde venga: La disminución del paro signo de esperanza, la propuesta de paz para el País Vasco, la retirada de las tropas israelíes de una parte de Cisjordania, la revuelta de los campesinos sin tierra en Brasil, la resistencia de los indios de Chiapas, la anulación por Francia de la deuda de los países de América Central...

Se alegran cuando la justicia no es manipulada en beneficio de los poderosos ni sometida a razón de estado. Por eso aplauden al juez Garzón cuando pone en acusación al general Pinochet y sobre todo a los lores ingleses por su declaración histórica. Apoyan al alcalde de Limeil-Brévannes, Joseph Rossignol, quien acogió en su ayuntamiento a los sin-papeles en huelga de hambre. Se muestran favorables a los Pacs ya que les parece un progreso dentro del reconocimiento de los derechos. Respiran aliviados cuando el Front-National es excluido de la República.

Son brotes frágiles. Pero ellos sueñan con mejores tiempos para la justicia para que nazca la esperanza en todos los oprimidos del planeta: la abolición de la pena de muerte, la anulación de la deuda de los países del Tercer Mundo, sin esperar a que un huracán les arruine, el levantamiento del embargo que penaliza al pueblo iraquí, en especial al los niños, la supresión de la doble condena, el cierre de los campos de retención en Europa, el retorno de los refugiados palestinos a su tierra y, sobre todo, con la aplicación del artículo 13 de la Declaración universal de Derechos Humanos firmada en París hace cincuenta años, y cuyos apartados dicen:
"1- Toda persona tiene derecho a circular libremente y elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2- Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país."

El gran jubileo del año 2000 acaba de ser oficialmente proclamado por el papa Juan Pablo II. La Iglesia católica se moviliza para celebrar el acontecimiento, exponiéndose a acapararlo. El jubileo dará lugar a las festividades grandiosas y por fuerza costosas cuyo secreto sólo ella posee. ?Pero las concentraciones excepcionales y las peregrinaciones multitudinarias bastarán para hacer del jubileo una buena noticia para los excluídos?

Se rumorea la rehabilitación del dominio Savonarola quemado en la hoguera hace quinientos años en Florencia. Se sueña incluso con el levantamiento de la excomunión de Lutero !Qué audaces! Pero estas audacias, si ocurrieran, permanecerían ligadas al pasado. No le interesarían a la gente de la calle. Para ellos, el "hoy" es lo que cuenta.

La Iglesia hace declaraciones de arrepentimiento por todas partes. Organiza coloquios para comprender lo que ocurrió cuando instauró la Santa Inquisición. Pero, al mismo tiempo, sigue marginando a todos aquellos que no entren en su molde de pensamiento único y de lo dogmáticamente correcto. Si volviera el joven profeta de Nazaret ?Qué haría? ?Qué diría? Pero nos han asegurado que sus pasos no cesan de cruzarse con nuestros pasos de hombres..

?Que nos queda, entonces, por hacer? ?Y si, con la complicidad de los niños, se los preguntáramos a los sin-papeles que ocupan nuestras iglesias? Tal vez lo hagan buscando un refugio, una protección, en un lugar simbólico. ?Y no habrá algo más en su gesto? ?No estarán presintiendo que la Iglesia encierra un gran mensaje de liberación para el ser humano? Si llaman reiteradamente a las puertas de esta vieja institución ?No será para recordarle que la Iglesia nunca será nada sin ellos? Extrañamente, estas gentes venidas de otros países devuelven la Iglesia a sí misma y la liberan de sus miedos. Al acoger al extranjero, la Iglesia pude abrir de par en par sus puertas a los cristianos marginados, apartados o rotundamente excluidos de la institución e incluso de la Eucaristía. Se convierte en lo que siempre debería haber sido: la Iglesia de los excluidos y no de la exclusión. De nuevo topamos con la subversión del hombre de Nazaret, la humanidad de Cristo.

Si otro mundo es posible, una nueva Iglesia nacerá. Ambos están ligados. Démosle subversión al jubileo. Hagámoslo. Y todos podrán participar a la fiesta.


Jacques Gaillot

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