Carta de Jacques Gaillot

di 1 Junio 1998


 

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Un pueblo olvidado

 

Acompañando a una delegación francesa, visité dos campamentos palestinos en el Líbano: el de Ain-El-Helua, sobrepoblado, y el de Jatila, herido por las matanzas de 1982.
El año 1998 señala el 50 aniversario de la expulsión de casi un millón de palestinos desposeídos de sus tierras.
Los ancianos lo recuerdan: corría 1948, vivían en Nazaret, Acre o Tiberiades... se marcharon a pie con sus hijos; dejando sus casas, sus olivares... todo lo que tenían. Tenían la esperanza de volver, al cabo de unas semanas, después de la tormenta. Pero transcurrieron 50 años.
Aquel hombre de 84 años, con lágrimas en los ojos, no cesa de lamentarse: "Qué crimen cometí para merecer esto?" se dirige a nosotros en francés para lanzarnos su mensaje: "Luchen por la justicia".
Aquellos palestinos no reclaman medicamentos, escuelas, hospitales... quieren la justicia, es decir, el derecho a volver.

Conocí a jóvenes palestinos que nacieron en los campamentos. Gracias a sus padres y a sus abuelos, conservaron la memoria de aquella tierra de palestina. Todavía están muy apegados a ella. La causa palestina permanece como un símbolo para mucha gente a lo ancho del mundo. Un símbolo, también para todos aquellos que han sido desposeídos, para todos los "sin derechos".

Pero la causa palestina siempre será la mala conciencia de los pueblos ricos, mientras no se muevan para que se le haga justicia a este pueblo olvidado por la Historia.
Los palestinos que encontré en el Líbano sufren más hoy que ayer: sus condiciones se han tornado más precarias. Ya no tienen perspectivas. No hay perspectivas de futuro.
Y, sin embargo, ocurre algo extraordinario, conservan en lo más profundo de su ser lo que nadie ha podido quitarles nunca: la esperanza.

La esperanza de volver algún día a su tierra.


Jacques Gaillot


 











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