Carta de Jacques Gaillot del marzo de 2004

   
Impresiones desde Madagascar
   
 

Partenia

Cartas

Cuaderno

Biblia

retrospectiva

Archivo

Historia

Ediucuón especial

LInk

E-mail

 

Impresiones desde Madagascar
 
Tananarive Venía por primera vez a este país, invitado por misioneros espiritanos para dar un retiro en Tananarive. Pero, previamente, se imponía una toma de contacto con el país adentrándome en el monte. Cruzar las altas mesetas y bajar hacia la costa este que desemboca en el océano Indico fue para mí maravilloso, con la selva bordeada de tierra roja, un paisaje lleno de armonía y numerosos arrozales. Y en todo momento, por la carretera, un pueblo que camina, con dignidad manifiesta.  
 
A pesar de la lluvia, me enviaron a dar una vuelta por el mercado del pueblo. Vi a dos chiquillos agotados que llevaban con dificultad una barra de madera sobre los hombros de la que pendía, de ambas partes, un haz de leña cortada. Pasaban lentamente delante de los puestos del mercado mendigando la mirada de un posible comprador. En vano. Sentía lástima por estos niños que venían de la selva ¡y ya habían recorrido 6 km! Unos niños que no estaban escolarizados.
 
A mi compañero se le ocurrió una idea: "Voy a pedirles a unos vendedores que conozco que les compren esta leña" a lo cual accedieron ellos de buen grado. Llamamos a los niños. Les ayudé a descargar sus fardos ¡ Cómo pesaba aquella leña mojada! Después de cobrar cada uno su dinero se volvieron de inmediato a la selva. 

marché

 
Éramos cuatro cuando dejamos la misión en coche para volver a la capital, con el presentimiento de que los obstáculos nos esperaban en la carretera. Desde luego, el primer puente flotante resultó impracticable. La lluvia no cesaba. Había que dejar el coche y ponerlo en lugar seguro. Mientras tanto ¿dónde íbamos a dejar nuestros ocho bultos de equipaje sino en una modesta casucha que se encontraba en la orilla del camino? El padre de familia aceptó hacernos ese favor. Nuestro equipaje ocupaba una buena parte de la casucha. La mamá sonreía con su bebé en brazos. Tres niños nos miraban a la cara con expresión curiosa y divertida. En cuanto al padre, su rostro me recordaba los iconos, manaba paz y dignidad. ¿De qué vivían? ¡Tanta pobreza en esa casucha! Esta familia no poseía nada pero ¿Acaso no tenía lo esencial?
 
avec mon ami Un sábado por la tarde, visité a Pedro, un amigo que había venido a verme a Evreux un día por la Pascua. Se trata de un religioso muy conocido en Madagascar. 
 
Desde hace más de veinte años, construye aldeas con los pobres y para los pobres, les hace pasar de la vergüenza al orgullo. Me hizo descubrir esas aldeas construidas sobre el solar del vertedero público de basura. Mientras conducía su coche, me explicaba el génesis de aquellos años de trabajo con la gente que vivía aquí en la miseria más increíble. Aceptó el reto de sacarlos de ahí, con ellos. Su labor es admirable. Hoy se levantan unas aldeas con verdaderas casas adornadas con flores, auténticas calles con sus aceras, auténticas plazas con comercios. En cuanto Pedro se apeó del coche una nube de niños corrió hacia él con muestras de alegría. Los adultos venían a darle la mano. A todos les conocía por su nombre y su historia. Me impresionó este hombre con ganas de emprender que hace que las cosas sean posibles, comunica su energía y, sobre todo, ¡no se deja vencer!

porter la lumière
Antes de mi partida, celebré con él la misa dominical. En el gimnasio se congregaron unas 3500 personas. Era la fiesta de las luces.

 

 
Cada cual llevaba un cirio encendido. Cuando la multitud levantó en un mismo gesto su cirio fue como un brasero luminoso. Esta multitud llevaba la luz y era consciente de su dignidad. Cada aldea participaba en la animación de la celebración con danzas, cantos y aplausos.
La misa duró más de dos horas pero no se me hizo larga. Me marché de Madagascar feliz de haber visto a aquel hombre portador de la esperanza de los pobres y que daba a muchos el valor necesario para el futuro.