Carta de Jacques Gaillot del Junio de 2002

   
¡20 años ya!
   
 

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Rose  ¡20 años ya!  bon anniversaire 
 
Para celebrar mis 20 años de episcopado, la asociación Partenia 2000 tomó la iniciativa de organizar un encuentro. Yo tenía mis reservas respecto a este proyecto generoso, pero me dejé convencer. Quiero agradecer aquí a los organizadores que lo han hecho con todo su corazón y muchas energías.
 
au jardin du Luxembourg  El tiempo estaba radiante. En el magnífico jardín de Luxemburgo, en el corazón de Paris, los invitados llegaban con su saco de dormir y se reconocían enseguida. 
 
Nuestros amigos belgas eran numerosos, pero vinieron también de Suiza, de Alemania e incluso de Tejas, sin olvidar a los africanos sin papeles. Luego llegó el coche de Evreux cargado de peregrinos, contentos de estar allí. Comenzó la comida campestre, ¡sin que fuera necesario multiplicar los panes!
Yo no sabía quien iba a venir a este encuentro. Así, descubrí con grata sorpresa los rostros que se me iban presentando y que guardaba desde mucho tiempo atrás en mi corazón.

Iba de grupo en grupo, saludando a cada uno y cada una. ¿Cómo no dar gracias por tanta fidelidad al Evangelio, tanta experiencia humana y espiritual, tanto compromiso con los pobres…?  amis
 
Yo recogía sus palabras, que eran otras tantas flores de Partenia: "Es algo nuevo en la Iglesia que un grupo se encuentre alrededor de un pastor que ha escogido", "lo que pasó en enero del 95 no es un episodio más, sino un acontecimiento siempre vivo", "no dejo de sufrir por haber sido excluido de la Iglesia, porque me han negado, no tengo misión, pero resisto, aunque mi combate sea desesperado", "conservaré siempre en la memoria esa pasión común que hemos compartido de no servir al pueblo diocesano sin que los pobres estuviesen en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestro combate"…
Estos encuentros me causaron mucha alegría.
Dejamos el jardín de Luxemburgo para dirigirnos sin prisa hacia la capilla de los Espirítanos.
 
Célèbration  Cuando estoy en Paris, ahí es donde, cada día, participo en la oración de la comunidad y concelebro la Misa.
Los Espirítanos nos acogieron con los brazos abiertos. El obispo de Evreux estaba allí, celebrando junto a mí.
 

Yo quise recordar que en 1982, había colocado mi episcopado bajo la protección del P. Jacques Laval, que acababa de ser beatificado por Juan Pablo II. La estatua de Jacques Laval se encuentra precisamente en esta capilla de los Espirítanos. Me sedujo el camino tan evangélico de este hombre. Cura en Evreux, se marchó a Isla Mauricio y se consagró a los marginados de la sociedad: los Negros.
Todavía hoy admiro las acciones que llevó a cabo, valientes para su época, el siglo XIX. Sin demora se puso a estudiar la lengua de los negros, el criollo.

Se instaló en una casucha de tablas de dos cuartos para que los negros se sintieran en pie de igualdad con él y como en casa propia.
Se atrevió a hacer una misa especial para ellos para que no tuvieran que quedarse en el fondo de la iglesia detrás de las verjas cuando están los blancos.
Acudía dos veces al día a la cárcel donde se hacinaban centenares de detenidos que, en su mayoría, sólo la muerte vendría a liberar.
En el campo de lo social, creó una mutua para los negros, quiso que se hicieran cargo de sí mismos e hizo nacer entre ellos una auténtica solidaridad.

Entendía que eran los negros quienes tenían que evangelizar a los negros y que no se construiría la Iglesia en Isla Mauricio si no era desde ellos.

Jacques Laval 
Esta actitud de Jacques Laval tuvo para él un coste muy alto. Expresó su solidaridad con los negros, lo cual constituía una peligrosa provocación al encuentro de los blancos. Éstos los detestaban. Se movilizaron en su contra, intentando provocar su partida e incluso matarle.
Este camino del Evangelio siempre es estimulante. Nos encara con al futuro y con mucha esperanza.


Todos nos despedimos con el gozo de Cristo muy dentro.