PENTECOSTÉS
- Cincuenta días después de Pascua, la fiesta
de Pentecostés celebra el don del Espíritu Santo
que Dios regala a la Iglesia.
Se cumple la promesa de Jesús a sus discípulos:
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo,
que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines
de la tierra" (Hechos de los Apóstoles 1,8).
El día de Pentecostés, los discípulos
estaban reunidos en Jerusalén. Desde los sucesos de Pascua,
estaban llenos de temor. Se quedaban entre ellos, separados del
mundo.
Y, he aquí que el Espíritu Santo viene sobre
ellos. Son liberados del miedo y van a poder salir, reciben una
fuerza y van a poder hablar.
La pequeña comunidad de los apóstoles tiene
el valor de salir al encuentro de la gran comunidad llegada a
Jerusalén para la fiesta.
El grupo de los discípulos va a reunirse con la gran
familia humana compuesta por los pueblos más diversos.
Gracias al Espíritu Santo, se establece la comunicación,
se entrega el mensaje, se da testimonio. Dos comunidades se encuentran.
En la multitud, cada uno se siente concernido.
Pentecostés es una comunicación exitosa, a pesar
de la diversidad y de la barrera de las lenguas, de las culturas,
de las religiones.
La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que se atreve
a hablar y a actuar. Hace lo que predica. Todos comprenden su
lenguaje aunque no lo aprueben.
La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que acoge
al Espíritu Santo para ir al encuentro de los pueblos
de la tierra, más allá de las fronteras. No para
dominar, sino para dar testimonio, con respeto. |