Catecismo electrónico de Junio de 2001 

    Una nueva etapa
   
La Biblia a libro abierto
Ánimo, él te llama 
   

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Una nueva etapa

Ya pasaron tres años desde que un equipo se puso a trabajar para hacer un "catecismo de otra manera". Se trataba de reflexionar sobre cuestiones relacionadas con nuestra vida y la cuestión del sentido.
La intención de partida era hacerle eco a Jesús en nuestras situaciones presentes. ¿Jesús no provocó un inmenso eco en los y las que se unieron a él?

Nos reunimos cada mes, sometiendo nuestro trabajo a la apreciación de los otros. Mejoramos y nos enriquecimos gracias al diálogo y a la confrontación. Poco a poco, encontramos nuestro ritmo de trabajo y hoy podemos dar testimonio de que esta experiencia nos ha dejado una huella importante.

Muchos de vosotros nos han dicho lo mucho que les habían beneficiado los textos del catecismo y que los habían utilizado. Esperábamos que este trabajo fuese interactivo; pero lo fue escasamente.

Hoy, deseamos pasar a una nueva etapa proponiendo una lectura actualizada de los textos bíblicos. ¡Constatamos con alegría que pequeñas comunidades actualizan y rejuvenecen con acierto los textos evangélicos!

Vosotros también, aportadnos vuestras lecturas del Evangelio, nutridas con vuestras experiencias y vuestra fe.

Jacques Gaillot

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Ánimo, él te llama

Durante la Cuaresma de 2001, en la diócesis de París, los futuros bautizados de la vigilia pascual recibieron una estola con estas palabras "ánimo, él te llama". Palabras del Evangelio de Marcos. Capítulo 10, versículo 49.

A la salida de Jericó, Jesús pasa con sus discípulos y, he aquí que surgen varias llamadas que se encuentran. Llamada del ciego hacia Jesús, "¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!"
Llamada de Jesús a la multitud: "¡Llamadle!" Llamada de la multitud hacia el ciego: "¡Ánimo, él te llama!".

enchaînement d'appels...  Esta sucesión de llamadas es necesaria para que el ciego se reúna con el Maestro dando un brinco. 

Sin el grito que lanzara el desdichado, nada habría ocurrido, tampoco sin la escucha atenta de Jesús, tampoco sin la transmisión estimulante de los viandantes: "¡Ánimo!" ... Entre Jesús y nosotros, el mensaje pasa por intermediarios insospechados, a veces anónimos: "llaman al ciego, diciéndole". Misterio de estos eslabones discretos entre Jesús y nosotros, que posibilitan el contacto esencial. Para pensar que a veces todo depende de cosas tan pequeñas.

Las dos llamadas siguientes, bajo forma de pregunta-respuesta, son de por sí sorprendentes a pesar de su apariencia anodina: "¿Qué quieres que te haga?" "Rabbuní, ¡que vea!" Es evidente, diremos nosotros, ¿qué otra expectativa podía interesarle? Y sin embargo, la petición de Jesús no es inútil, sabe que va a introducir a este hombre en un universo totalmente nuevo, universo imposible de imaginar par quien no tiene imágenes en su tesoro humano.

Un universo con su lado maravilloso, y también con sus zonas de sombras, todas esas cosas que espanta mirar, que nos gustaría no ver. Por ello Jesús insiste: ¿Quieres de verdad dar ese salto hacia lo desconocido, no te va a sobrepasar? Entrar en un mundo nuevo, acoger un quinto o un sexto sentido, pronunciar un "que vea", es aceptar el riesgo de choques emocionales sin precedentes, el riesgo de poner en tela de juicio la forma incompleta de percibir lo real, el riesgo de ampliar o corregir los significados que damos a las cosas y a la historia.

Ver, ver más allá, más profundo. No creerse que ya lo hemos visto todo en los ámbitos de la ciencia, de la espiritualidad, del Evangelio, de la Iglesia. Mientras tanto, hemos de corregir constantemente nuestra visión, aceptar si las necesitamos las gafas mejor o diferentemente adaptadas de nuestras hermanas y hermanos.

La audacia de ver sólo es posible si la llamada de Cristo nos despierta y si le respondemos con una confianza mayor que nuestros miedos. Como el ciego arrojó su manto y se levantó, dejamos caer nuestra capa de aprensión que paraliza y, sólo entonces podremos dar un brinco. Ver en verdad se convierte en el fruto de un acto de fe, la expresión de una visión más profunda: "Sí Señor, confío en Ti que me llamas para que vea".