Catecismo electrónico de Noviembre de 2000 

       
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El equipo que trabaja en este catecismo os propone cada mes dos textos. Agradecemos vuestras sugerencias para mejorarlos.
Quisiéramos que este catecismo fuera una construcción común. No dudéis en someternos otros temas.


El ecumenismo

El ecumenismo es la búsqueda de la unidad entre los cristianos. Este movimiento nació de la toma de conciencia del escándalo que representaban las Iglesias separadas, encomendándose todas al mismo Cristo. Hubo encuentros en que se lanzaron anatemas, se han fundado instituciones como el Consejo Ecuménico de las Iglesias o la Semana de oración par la unidad, existen grupos de expertos que trabajan para reducir las dificultades doctrinales. Se han logrado progresos auténticos, tales como la traducción de la Biblia o el Padrenuestro común. Y sin embargo, el proceso avanza con suma lentitud, choca con numerosas dificultades e incluso con regresiones reales. Si bien es cierto que los pasos de acercamiento sólo se han iniciado hace a penas 100 años y no pueden borrar siglos de divisiones. Los cristianos de la base, poco entendidos en razones históricas y doctrinales de las separaciones no distinguen bien las diferencias entre las Iglesias y viven un ecumenismo de hecho.
Esta lentitud y estas regresiones tienen que ver, en parte, con una forma de concebir la verdad. Cada Iglesia, evidentemente, cree poseer la verdad y tener razones legítimas para pensar como piensa y actuar como le parece bien. El hecho de recurrir a legitimaciones que proceden supuestamente del propio Dios, de su revelación y de su voluntad complica cualquier cuestionamiento.
Paulatinamente, se ha dejado de hacer proselitismo y de querer reunir todas la Iglesias en el seno de la Iglesia católica. Se camina más hacia la idea de que cada Iglesia posee una verdad que ayuda a profundizar en la Verdad. No hay modo alguno de avanzar de cara a un acercamiento si la verdad se concibe como un dato preexistente, como una propiedad. ¿La verdad se posee o está más bien por hacer? ¿No es, acaso, en el diálogo y en la comunicación, abriéndose al otro para poder comprenderse mutuamente, como puede nacer una verdad común? Si entramos en diálogo, incluso en debate, aceptamos el riesgo de acabar pensando distinto que antes. Pero esta visión está marcada por cierto relativismo de la verdad, lo que disgusta a las Iglesia seguras de poseer la verdad plena, entera y definitiva y que reclaman un previo consentimiento con respecto a los demás. Sin embargo, una visión de la verdad como absoluta parece más peligrosa que la verdad relativa a las épocas, las historias, las visiones del mundo... En nombre de lo absoluto entramos en cruzada, incapaces de comprender la verdad del otro.
Por lo contrario, la verdad, para un cristiano, no está hecha, de fórmulas dogmáticas, es una persona, la de Cristo que viene de Dios. Y bien ¿Quién puede abarcar a toda a una persona, quién puede conocer todo el misterio y apoderarse de ella, especialmente si se trata de Cristo? ¿No deberíamos permanecer humildes ante esta realidad? La verdad es un camino de vida y no un almacén de verdades que creer. Sólo si nos convencemos de nuestra incapacidad para decir y pensar a Dios, pero animados por el deseo y la necesidad vitales de acercarnos a él, podremos, incluso más lejos que nos pueda llevar el ecumenismo entre cristianos, abrirnos a un diálogo aun más amplio.

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 Todos los Santos

L'impression 

Esta festividad es como un cielo estrellado que admiramos en una hermosa noche de verano. Ciertas estrellas brillan más que otras, pero todas siguen enviándonos su luz..
Todos los Santos evoca esta multitud inmensa que nadie puede contar, nos recuerda que la humanidad está constituida por todos esos y hombres y mujeres de cuyo trabajo, talento y valentía, cuya creencia o fe en Jesucristo nosotros nos beneficiamos.
En el transcurrir de los siglos, ¡tantos seres humanos se prendaron de la justicia y la paz y lucharon para libertar a sus semejantes!
Habían soñado la igualdad entre los humanos y con esta esperanza, no temieron arriesgar su vida. Lo mismo Gandhi que Martín Luther King.
A lo largo de la historia, han surgido testigos con una pasión común por el hombre y por Dios. Manifestaron un amor sin límites por los más pobres. Que se trate de Francisco de Asís, de Mons. Vincent o de Madre Teresa de Calcuta. Y, sobre todo, está la multitud inmensa de los anónimos que vivieron con sencillez al servicio de los demás, a menudo sufriendo trabajos y fracasos. En esta multitud se encuentran los difuntos de nuestras familias que forman parte de la comunión de los santos.
Pero la humanidad también se compone de los que vendrán después de nosotros. Tenemos una herencia que transmitirles. Las bienaventuranzas proclamadas en día de Todos los Santos abren un camino de felicidad y esperanza. Necesitan ser anunciadas y vividas en el día de hoy. En la multitud inmensa, encontramos a mujeres y hombres con un corazón de pobre, sedientos de justicia, artesanos de la paz, llenos de compasión. ¡Bienaventurados sean!
Nos llevan tras de sí para una aventura en que nosotros somos los relevos.