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- Juan 21,1-14 El encantamiento
de una presencia
¡Y se levanta el telón! Al amanecer, Jesús
está en la orilla.
El amanecer de la Resurrección que ya no conocerá
el ocaso.
El amanecer que no cesará de iluminar cada uno de nuestros
días.
Jesús ya no se encuentra sobre las aguas agitadas de lago.
Ha tomado pie en tierra firme.
Ya no se reúne con sus discípulos sobre las aguas
del lago.
Les espera sobre la sólida orilla de la Resurrección.
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Jesús se manifiesta en la sencillez humana, sin nada
que le haga destacar y lo imponga ante las miradas.
Él mismo prepara la comida para los suyos. Él invita.
Él acoge. Él sirve.
El Resucitado alimenta a sus discípulos no tanto con los
pocos panes y peces traídos ante su presencia sino con
su presencia. ¡Y qué presencia!
Él reúne a sus discípulos, no tanto en torno
a un fuego que se apagará como en torno a su persona. |
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- Los discípulos ya no sienten la necesidad de hacerle
preguntas como lo han hecho tantas veces por los caminos de Palestina.
Les basta con estar ahí y saborear ese silencio de plenitud
que está más allá de las palabras.
Silencio que es presencia de amor.
Jesús les da a ver y a tocar, sobre la orilla del otro
mundo, a Aquél que es el Señor de la vida. |
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