La Biblia a libro abierto
Diciembre de 2004 

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¿Por qué come vuestro maestro con los pecadores?
   

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«¿Por qué come vuestro maestro con los pecadores?»
(Mt 9,11)

Cuando nos dejamos llevar profundamente por el rito eucarístico, percibimos ante todo como todos, creyentes y no creyentes, estamos hechos para la ayuda mutua y el compartir, todo cuanto en nosotros invita, llama a la comunión. El pan, alimento de base que se parte para compartir, representa nuestros recursos humanos en todos los órdenes, que no toman vida más que cuando se les comunica y se les comparte.
 

rite eucharistique 
 
El banquete eucarístico es la prefiguración del festín de las bodas en el Reino de los cielos, al que todos, malos y buenos, son convocados (Mt 22). No se trata de saber quien es digno o no, sino de responder confiadamente a la llamada del rey. Mateo habla bien de un traje nupcial del que es necesario estar revestido (mientras que Lucas, en el relato paralelo del capítulo 16, no hace ninguna alusión al traje). ¿Se trata de la calidad moral o más bien de la confianza indispensable sin la que no es posible participar de todo corazón en el banquete del Reino?
 
No se trata de hacer una selección, de preguntarnos si algunos son dignos o no de responder a la iniciativa del maestro. Jesús no está nunca preocupado por la respetabilidad moral de aquellos a quienes se dirige.
 

manger avec les pécheurs 

«Come con los pecadores», se dice. 
 
Probablemente, lo único importante es responder en confianza la invitación e, independientemente de nuestras clasificaciones y jerarquías, de descubrirnos al unísono, no por causa de nuestros méritos, sino porque todos estamos señalados, en lo más hondo de nosotros mismos, con el sello indeleble del amor creador de Dios.
Por encima de nuestros límites y de nuestras miserias, está la entera benevolencia de la invitación divina que enfoca aquí. Y si hay en el ser humano una llamada tan grande a la comunión, es en último caso porque, suscitados por Dios, participamos en una misma corriente vital de solidaridad y de amor.
 
En la última cena con sus discípulos, Jesús tomó primero el pan y se lo dio como expresión de su vida ofrecida en unión con todos. Como si el signo del pan compartido no fuera aún suficiente, al final de la cena, en un último mensaje, Jesús tomó una copa de vino y se la pasó a cada uno como signo de la Alianza entre Dios y su pueblo. Somos de la misma sangre, la misma vida de Dios nos anima.
 
participer En consecuencia, participar en la construcción de un mundo de ayuda mutua, de justicia y de amor no es solamente una tarea humana, es al mismo tiempo obra de Dios en nosotros y a través de nosotros. El último mensaje de Jesús en la última Cena es una llamada a construir la unidad, a construir la fraternidad en la que estamos situados. «Haced esto en memoria mía»: portadores de esta presencia divina, sed todos artesanos de ayuda mutua y de paz. 
 
La comunidad, generadora de comunión, se hace consciente y celebra la presencia de Jesús, el Cristo y el hijo de los humanos, se construye entre todos el diálogo, la solidaridad y la fraternidad. Entonces, espontáneamente, nos sentimos movidos a decir juntos, sin nada que añadir, estas dos palabras: «Padre nuestro».