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Marzo de 2004 

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Le cuaresma, tiempo de conversión del corazón
   

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Le cuaresma, tiempo de conversión del corazón

année liturgique En el desarrollo del año litúrgico, las cuatro semanas de Adviento preceden a la fiesta de Navidad; siete semanas nos encaminan hacia la Pascua; cinco semanas preparan Pentecostés. Para vivir bien estas fiestas litúrgicas, se nos propone cada año un camino de conversión del corazón. 

¿No fue así también co Jesús? Cuando se estaba haciendo bautizar por Juan Bautista, nos dijo que se oyó una voz desde el cielo: "Tú eres mi hijo bien amado; tú tienen todo mi favor" (Lc 3,22). ¡Qué luz, qué gracia, qué fuerza interior para tomar conciencia en el comienzo de su misión!, ¡Hasta que punto era amado por Dios!

Luego, Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, como nos dice el evangelio del primer domingo de cuaresma. Penetrado por este amor que lo anima y vivifica, las tentaciones del éxito fácil, el poder mágico y la prepotencia a las que él es confrontado, amenazan con hundir y acabar con su compromiso (Lc 4,1...).

Luego, sigue el relato de la Transfiguración, que se nos propone el domingo siguiente (Lc 9,28...), 

Transfiguration

una nueva etapa se abre para Jesús a través de la mirada más interior que hacen sobre él Pedro, Santiago y Juan: tres discípulos, entre los más próximos, que ncontrará de nuevo en Getsemaní; dos de cuales serán, tras María Magdalena, los primeros testigos de la Resurrección.

Del mismo modo, al comienzo de la cuaresma, se nos invita a un descubrimiento interior, a otra mirada sobre Jesús: el que es elegido con el apoyo de la ley y los Profetas (Moisés y Elías), encargado de transmitir la luz, de anunciar la uena Noticia liberadora. Tanto el evangelio de la purificación interior en el desierto como el de Transfiguración iluminan el clima al que somos llamados en nuestra marcha hacia la Pascua.

temps de carême Puede estar demasiado centrada la cuaresma en la ascesis y la purificación moral. 

Pero estamos llamados ante todo a una conversión del corazón. Retomar más vivamente la conciencia de una presencia amante. Redescubrir que somos amados por Dios. Que nuestro Dios de la bienaventuranza y el amor nos libera de toda esclavitud. Que esta presencia amante está sobre todo ser. Que nos une a todos un lugar profundo de comunión, pues somos de la misma sangre, articipantes en el mismo influjo vital que tiene su fuente en Dios.

Nuestro deseo de rectitud moral, en este tiempo de cuaresma, no debe absorber completamente nuestra atención, pues lo que importa ante todo es una mirada un poco nueva sobre Dios y su alianza ofrecida. Nuestro caminar hacia la Pascua es revivir en nosotros la fe en al Resurrección, la maravilla de sabernos amados por Dios. Y mientras la mirada de fe se intensifica, se pone en movimiento nuestra manera de ser cada día entre nuestros hermanos y hermanas en humanidad y en la filiación divina, imperceptiblemente, se modifica, se afina, se enriquece. La cuaresma, es tiempo de conversión del corazón, de transformación de la mirada sobre Jesús y su Buena Noticia y, consecuentemente, de acrisolar nuestra manera de estar en la humanidad.

Cualquiera que esté atento a los otros tiene ya motivos que le mueven a implicarse en sus combates para más justicia y olidaridad. Sabiendo, creyendo, que todos somos igualmente amados por Dios, portadores de un fermento divino ¿cómo no vamos a buscar encarnar en nuestros comportamientos esta fe que nos mueve? Así, la profundización de nuestra fe en un Dios de amor que libera de toda esclavitud y una presencia más atenta a los otros, especialmente a los más desposeídos, se reúnen para intensificar, en el curso de la cuaresma, nuestra ascensión hacia la celebración pascual.