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Agosto de 2003 

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La tempestad calmada
   

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La tempestad calmada
Marcos 4, 35-41

Aquella tarde, después de haber pasado el día instruyendo a las multitudes, Jesús es llevado en barca por sus discípulos. Como todavía suele ocurrir hoy, surge una tempestad al caer la noche en el lago de Guenesaret. El pánico se apodera de los discípulos mientras, en la popa del barco, Jesús duerme. Angustiados, le despiertan. Entonces, Jesús en pie increpa el viento y el mar: "¡Calla, enmudece!" Y la tempestad se calma. Luego, dirigiéndose a sus discípulos, les dice: " ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?"

la tempête 

Cuando nos reunimos para profundizar juntos en el sentido de los textos evangélicos y abordamos este episodio, suelen presentarse dos niveles de comprensión para este pasaje. Unos están sorprendidos, maravillados ante el poder de Jesús para hacer frente a la tempestad y dominar de este modo las fuerzas de la naturaleza. "¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?" preguntan los testigos del acontecimiento. Y más de un participante en el nuestro grupo de diálogo se dicen que Jesús, hijo del hombre, gozando de una cercanía especial junto a Dios, posee un poder divino, que de verdad es el Hijo de Dios.

Sin embargo, poco a poco, otra lectura de este episodio se superpone a la primera. ¿La lucha contra las olas embravecidas no es una forma metafórica de hablar de las luchas interiores que todos vivimos?

étapes de l'existence ¡Cuántas veces, en los detalles cotidianos tanto como en las grandes etapas de la existencia, nos debatimos contra nuestras aprensiones y nuestros miedos! El gran torbellino que nos cerca y amenaza con hacernos zozobrar apunta quizás, mucho más allá de los fenómenos amenazadores de la naturaleza, a la inquietud que a menudo nos encoge el corazón. Estos acontecimientos o pruebas que nos sacuden nos hacen peder pie, nos embarga la sensación de que todo se viene abajo y que nada podemos hacer. 

Nadie oye nuestras peticiones de auxilio y hasta el mismo cielo parece insensible a nuestros gritos.

autre rive Entonces es cuando Jesús nos dice: "Pasemos a la otra orilla" . Serenemos nuestra imaginación que sólo se representa lo peor. No nos dejemos arrastra por la espiral del desaliento y de la angustia. "¡Calla, enmudece!" Les ordena a las olas embravecidas. Jesús viene a calmar mi tempestad embravecida, despertando en nosotros la confianza, la fe. 

Dos lecturas diferentes de este hecho o de esta parábola de la tempestad calmada: ¿hemos de elegir de entrada? La primera lectura suscita admiración por nuestro Dios, pendiente del sufrimiento humano. La segunda nos implica más directamente en el modo de proceder para enfrentarse a las dificultades de la vida, estimulados por la llamada de Jesús para asumir nuestros miedos con fe y en su presencia amorosa.

¿Por qué no dejarnos impregnar por estos dos enfoques complementarios? Y, poco a poco, irá imponiéndose, en las profundidades de nuestro ser, lo que más nos ilumine y nos da vida.