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La Navidad: una fiesta |
El Evangelio de Lucas es el que cuenta el nacimiento de
Jesús (2, 1-20). Presenta la Navidad como una fiesta.
María, de paso por Belén con José, da a
luz a su hijo primogénito en un establo, ya que la sala
común de una hospedería no era buen sitio para
un parto.
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Envuelve al niño en los pañales que había
traído y lo acuesta en un pesebre que estaba allí.
Todo ha ido bien; este es el niño que esperaban. Como
la mayoría de los nacimientos, éste es vivido como
una fiesta. |
Pero aquí, este carácter festivo es destacado
por un enviado de Dios, un ángel que lo anuncia como una
"gran alegría" a los pastores que velaban por
la noche por sus rebaños: "Os ha nacido un mesías
salvador". Todo el pueblo de Israel esperaba en efecto a
un mesías, enviado por Dios. Los profetas habían
hablado de él: "El pueblo que caminaba en tinieblas
ha visto una gran luz... Porque un niño nos ha nacido,
se nos ha dado un hijo... (Isaías 9, 1 y 5)"
Se trata, pues, de una expectativa que se cumple por fin
y que se ofrece a todos, incluso a las categorías más
desfavorecidas a las que pertenecían los pastores de aquel
entonces. Para realzar el alcance del evento, Lucas nos dice
que se unen a los ángeles una cohorte celestial que se
pone a alabar a Dios: "Gloria a Dios en los cielos y paz
en la tierra a los hombres que ama", antes de volver al
cielo. Los recursos literarios de los evangelistas, para mostrar
como se rasgan los cielos y que la humanidad no está confinada
en su condición terrenal, no tienen nada que envidiar
a los efectos especiales del cine. Todos quedaron maravillados
de lo que contaban los pastores después de ver al niño.
Para rematar el cuadro, Mateo (2, 1-12) cuenta que unos magos,
avisados por un cometa señal de un acontecimiento extraordinario,
han llegado desde su lejano Oriente, cargados de regalos prestigiosos
y de gran valor para honrar al niño, oro, incienso y mirra.
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La tradición cristiana se amoldó a la tradición
popular que celebraba el solsticio de invierno para convertirla
en la fecha aniversario del nacimiento de Jesús. Aquí
es donde las cosas se invierten. El símbolo es evocador;
el cristianismo conservó todo el aspecto festivo que ya
existía y le dio más magnificencia si cabe para
el nacimiento de aquel que nos llama a todos y a todas a su luz. |
No es pues de extrañar que la Navidad sea la fiesta
más universal. la que más tiempo dura. Los preparativos
comienzan en noviembre y se quitan las últimas luces a
finales de enero. Se prepara con mucha antelación ya que
necesita un decorado especial de espumillones y luces. También
necesita la preparación de uno mismo, una actitud de espera.
El tiempo que precede la Navidad, llamado Adviento, se ofrece
para prepararse. Los niños conocen los calendarios de
Adviento en los que cada día se abre una ventana hasta
Navidad. Es tiempo de impaciencia. |
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Probablemente esta fiesta sea la que ocasione mayores gastos
en el año, para regalos y platos finos. ¿O sea,
un mero negocio comercial? No sólo. En la fiesta de Navidad,
hay algo más que la Navidad profana, algo trasciende la
fiesta y da su sentido al deseo de alegrarse todos juntos. La
necesidad de salir de lo gris del cotidiano, de embellecer su
casa por dentro, de iluminar la ciudad, de ver gente feliz a
nuestro alrededor no sólo es el fruto de una publicidad
bien hecha. La Navidad es ante todo una fiesta familial, La estación
incita más a quedarse en casa que a salir. Los niños
tienen gran protagonismo.
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El mito de Papa Noël refuerza el deseo de regalar lo
que apetece y de sorprender para dejar maravillados a pequeños
y mayores. |
Una fiesta en que la gente se alegra en la cálida
intimidad de los hogares rebasa sus aspectos comerciales. El
refinamiento, incluso el lujo, no reflejan una mera voluntad
de deslumbrar, sino también una forma de expresar que
nada es demasiado bonito para celebrar una intuición profundamente
anclada, que impide la desesperanza: la intuición de que
nada está terminado, que nada está perdido, que
todo puede volver a empezar a la manera de un recién nacido.
Una semilla de esperanza en el fondo de los corazones. En el
inconsciente colectivo pervive en mayor o menor medida el recuerdo
de un niño que tal vez haya cambiado el mundo.
La Navidad tiene que ver con lo maravilloso: la maravilla
de los textos evangélicos, la maravilla de los adornos,
de las luces, de los regalos - maravilla también que representa
esta ocasión de pensar en los demás, de prestar
atención a los pequeños y vivir un amor compartido
¿Acaso no hay en ello un anticipo del sabor a Reino
que vino a instaurar el niño Jesús? Entonces, el
ángel tenía razón cuando anunció
una gran alegría para todos y todas. |
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