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Sufrir mucho |
"Desde entonces (el día en que Pedro lo
reconoció explícitamente como el enviado de Dios)
comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos
que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho
de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas,
y ser matado y resucitar al tercer día."(Mt 16,21).
Esta frase clave del Evangelio es citada por Mateo, Marcos
(8,31) y Lucas (9,22). Más que un mero anuncio del acontecimiento
pascual relativamente cercano, suena como una ley fundamental
en la vida de Cristo y de los que le siguen, ya que "el
discípulo no está por encima de su Maestro".
"Sufrir mucho": ¿Acaso estaremos destinados
inexorablemente al sufrimiento? Cierta concepción de la
vida cristiana no ha escapado al dolorismo o una insistencia
muy marcada en el sufrimiento redentor.
En este fragmento del Evangelio, Mateo sitúa el
sufrimiento de Jesús en un momento y un lugar precisos,
Jerusalén, el centro religioso del país. Será
un momento bastante breve al cabo de un enfrentamiento con los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas que encarnan las
principales formas de poder.
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El poder de los ancianos en el ámbito familiar y de
la organización de la sociedad; un poder construido basándose
en vínculos incondicionales y de una sabiduría
milenaria inscrita en las leyes y costumbres fijas; un poder
constituido por riquezas acumuladas a lo largo de una vida. Poder
de los sumos sacerdotes en el ámbito religioso, un poder
ligado a una concepción sagrada de la vida y de las relaciones
con lo divino, incluía el privilegio de pronunciar las
exclusiones. |
El poder de los escribas, en el ámbito del saber,
que definen lo auténtico en las Santas Escrituras.
Jesús, que no es un anciano, ni miembro de la familia
sacerdotal, ni tampoco un profesional de las Escrituras, encarna
el "no poder", frente al dinero. La tradición,
lo sagrado, la política, su vida de galileo no tiene peso
alguno. El Evangelio no dice de él: tenía que luchar
en contra, barrer a los opositores. Sólo dice: "debía
sufrir mucho de parte de ellos". Sufrir mucho ¿Cómo?
Como un no violento, en un digno silencio y con la conciencia
apaciguada de un hombre libre.
No violento, en su proceso se limita a decir unas cuantas
palabras. Su silencio digno no le impide dar la réplica
que colocará a cada cual ante sus responsabilidades: el
soldado que lo abofetea, Pilatos que disfruta de su poder discrecional...
La conciencia apaciguada del hombre libre trasluce a través
de todo el relato de la pasión. El no está ahí
para obedecer una orden que viene de arriba. Sencillamente, se
muestra fiel en la práctica de las Bienaventuranzas, y
esto es intolerable para los que no viven de ellas y no desean
un nuevo orden, hecho de fraternidad e igualdad.
Sufrir de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y
de los escribas; es también el lote inevitable de los
discípulos de Jesús en todas las épocas.
¡Lo que proponen éstos es tan diametralmente opuesto
al inmovilismo de los otros! |
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Ya no se trata para nada de autoridad incontestable, de
sagrado fascinante. Testigos del amor de Dios y dinamizados
por él, los cristianos no son unos ideólogos encargados
de promover un sistema religioso y de defenderlo con una espada
semejante a la de sus adversarios, como en tiempos de las cruzadas.
No tienen las armas de este mundo y, por tanto, no pueden responder
a los golpes más que con su palabra serena y convencida,
o con su silencio.
"Sufrir mucho" a la manera de Cristo es
una experiencia espiritual exigente que coloca al cristiano en
una línea de crestas rodeada de escollos. Presupone clarividencia
y humildad, suavidad y firmeza, todo lo contrario a una resistencia
agriada u obtusa, que desprecia al que les corta el paso. Como
Jesús, tenemos que poder decir: "Padre perdónales,
porque no saben lo que hacen".
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Esta experiencia requiere también un sano concepto
de la obediencia hacia los detentores del poder y una soberana
libertad de conciencia, ante quien quiera que sea el anciano,
el jerarca o escriba que quisieran imponernos su voluntad. Pedro
y Juan lo han gritado bien alto ante el Sanedrín: "¡Obedecer
a Dios más que a los hombres!"(Hechos 4, 19).
Esto puede incluso conducir hasta al exclusión vivida
por el Crucificado, muerto simbólicamente fuera de los
muros de la ciudad santa. Noche oscura en que la fe en la resurrección
queda como la última salida por arriba. |
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