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Abril de 2002 

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Sufrir mucho 
   

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amour victorieux  Sufrir mucho 

"Desde entonces (el día en que Pedro lo reconoció explícitamente como el enviado de Dios) comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día."(Mt 16,21).

Esta frase clave del Evangelio es citada por Mateo, Marcos (8,31) y Lucas (9,22). Más que un mero anuncio del acontecimiento pascual relativamente cercano, suena como una ley fundamental en la vida de Cristo y de los que le siguen, ya que "el discípulo no está por encima de su Maestro".

"Sufrir mucho": ¿Acaso estaremos destinados inexorablemente al sufrimiento? Cierta concepción de la vida cristiana no ha escapado al dolorismo o una insistencia muy marcada en el sufrimiento redentor.

En este fragmento del Evangelio, Mateo sitúa el sufrimiento de Jesús en un momento y un lugar precisos, Jerusalén, el centro religioso del país. Será un momento bastante breve al cabo de un enfrentamiento con los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas que encarnan las principales formas de poder.

C'est la vie qui gagne  El poder de los ancianos en el ámbito familiar y de la organización de la sociedad; un poder construido basándose en vínculos incondicionales y de una sabiduría milenaria inscrita en las leyes y costumbres fijas; un poder constituido por riquezas acumuladas a lo largo de una vida. Poder de los sumos sacerdotes en el ámbito religioso, un poder ligado a una concepción sagrada de la vida y de las relaciones con lo divino, incluía el privilegio de pronunciar las exclusiones. 

El poder de los escribas, en el ámbito del saber, que definen lo auténtico en las Santas Escrituras.
Jesús, que no es un anciano, ni miembro de la familia sacerdotal, ni tampoco un profesional de las Escrituras, encarna el "no poder", frente al dinero. La tradición, lo sagrado, la política, su vida de galileo no tiene peso alguno. El Evangelio no dice de él: tenía que luchar en contra, barrer a los opositores. Sólo dice: "debía sufrir mucho de parte de ellos". Sufrir mucho ¿Cómo? Como un no violento, en un digno silencio y con la conciencia apaciguada de un hombre libre.

No violento, en su proceso se limita a decir unas cuantas palabras. Su silencio digno no le impide dar la réplica que colocará a cada cual ante sus responsabilidades: el soldado que lo abofetea, Pilatos que disfruta de su poder discrecional...

La conciencia apaciguada del hombre libre trasluce a través de todo el relato de la pasión. El no está ahí para obedecer una orden que viene de arriba. Sencillamente, se muestra fiel en la práctica de las Bienaventuranzas, y esto es intolerable para los que no viven de ellas y no desean un nuevo orden, hecho de fraternidad e igualdad.

Sufrir de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; es también el lote inevitable de los discípulos de Jesús en todas las épocas. ¡Lo que proponen éstos es tan diametralmente opuesto al inmovilismo de los otros!

souffrance

Ya no se trata para nada de autoridad incontestable, de sagrado fascinante. Testigos del amor de Dios y dinamizados por él, los cristianos no son unos ideólogos encargados de promover un sistema religioso y de defenderlo con una espada semejante a la de sus adversarios, como en tiempos de las cruzadas. No tienen las armas de este mundo y, por tanto, no pueden responder a los golpes más que con su palabra serena y convencida, o con su silencio.

"Sufrir mucho" a la manera de Cristo es una experiencia espiritual exigente que coloca al cristiano en una línea de crestas rodeada de escollos. Presupone clarividencia y humildad, suavidad y firmeza, todo lo contrario a una resistencia agriada u obtusa, que desprecia al que les corta el paso. Como Jesús, tenemos que poder decir: "Padre perdónales, porque no saben lo que hacen".

Il est Réssuscité  Esta experiencia requiere también un sano concepto de la obediencia hacia los detentores del poder y una soberana libertad de conciencia, ante quien quiera que sea el anciano, el jerarca o escriba que quisieran imponernos su voluntad. Pedro y Juan lo han gritado bien alto ante el Sanedrín: "¡Obedecer a Dios más que a los hombres!"(Hechos 4, 19). Esto puede incluso conducir hasta al exclusión vivida por el Crucificado, muerto simbólicamente fuera de los muros de la ciudad santa. Noche oscura en que la fe en la resurrección queda como la última salida por arriba.