SEVILLA
El embrujo de siempre de esta ciudad andaluza, tanto de día como de noche. Cuando cae la noche, los jóvenes acuden en gran número y toman las plazas del centro de la ciudad. !Impresionante! Invitado por las Comunidades Cristianas Populares de Sevilla, los conocí en una parroquia de las afueras. Cuando estos cristianos se reúnen, alegres por estar nuevamente juntos. Cuando están dispersados permanecen conectados en redes. Nunca están solos.
Antes de compartir la comida que habían traído, escuchamos el Evangelio del día. Admiro el modo en que enlazan el Evangelio con la vida. Para ellos, la vida humana es el lugar de la fe. Me invitan a tomar la palabra, acogiendo al que llega de fuera con el deseo de abrirse a otras experiencias de vida en Iglesia. Antes de la Eucaristía, la asamblea manifiesta su generosidad haciendo una colecta que me encomienda para llevar a Chiapas.
La asociación de emigrantes me recibe en sus locales por donde pasan muchos jóvenes marroquíes. Sevilla no está lejos de Marruecos. El poder político se endurece con los extranjeros en situación ilegal. En 1997, 17 000 extranjeros sin papeles fueron expulsados, sólo en Andalucía. ¡Pero muchos vuelven! En el transcurso de este mismo año, también se cuentan un centenar de muertos o desaparecidos en el mar.
El día se termina con una conferencia en la universidad, seguida de un debate apasionante. El día siguiente, les toca a las comunidades de la región de Málaga reunirse en Antequera (160 Km de Sevilla). Un gran momento de alegría y sencillez evangélica.
Por la noche, acudo a una cita con jóvenes llegados de Valenciana, en la plaza de la catedral de Sevilla. Aquí también hay mucha gente. Recuerdo la leyenda del Gran Inquisidor de Dostoievski. Jesús está allí, en aquella plaza prestigiosa, entre la muchedumbre. Todos le reconocen con una alegría secreta en el corazón. Un murmullo de felicidad. Pero el Gran Inquisidor irrumpe y le pide que se vaya: Jesús no tiene nada que hacer allí, se equivocó convocando para la libertad y la responsabilidad, el pueblo está hecho para obedecer. La institución toma las riendas. El incienso sustituye la oración. Los ritos sustituyen la fe. El orden es restablecido... Jesús guarda silencio como en su pasión. Se marcha. Porque confía, nos deja libres de tomar las riendas de nuestro destino.
Ya se hace tarde cuando me reúno con los jóvenes de la comunidad de Valenciana. Pero para la fiesta no hay hora. Sobre todo en tierras andaluzas.
