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Invitación sorpresa
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La televisión de Canadá
viene a pedirme mi testimonio sobre los inmigrantes sin papeles.
Todo transcurre como previsto y de manera simpática. |
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- Al final del rodaje, el cámara
me dice: "¡Qué lástima que no hayamos
podido ponernos en contacto con Emmanuelle Béart que se
comprometió en el pasado a favor de los sin papeles!"
Por hacerles un favor, les indico que esta célebre actriz
vive muy cerca de allí. La confidencia basta para avivar
su deseo de verla.
Llegamos delante de un portal que un código permite abrir.
Queda otro obstáculo por franquear: el del telefonillo.
Por suerte, Emmanuelle está en casa y me invita a empujar
la puerta que da sobre un jardín.
"No estoy solo, Emmanuelle, tres canadienses me acompañan".
La respuesta es acogedora: "vengan". Mis amigos de
la televisión se sienten como si estuvieran entrando en
el paraíso.
- Un hombre joven, Marc, está
allí. No acaba de entender esta intrusión repentina
de los bárbaros.
Emmanuelle lo tranquiliza. Le cuenta
que hemos dormido juntos, hace 10 años, en la Iglesia
de san Bernardo, ocupada por los sin papeles, para evitar la
expulsión por parte de la policía. |
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- La actriz nos acoge como si nos
estuviera esperando y no tuviese nada más que hacer.
El equipo de la televisión jubila por poder realizar la
entrevista inesperada. ¡En cuanto a Marc, noto que las
invitaciones sorpresa no son lo suyo!
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Evacuación rápida
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En las afueras de París, me voy a reunir con 34 sin
papeles que empiezan el 38º día de su huelga de hambre.
Están tumbados en colchones en una gran sala: mujeres
y hombres oriundos la mayoría de Marruecos, Argelia y
Túnez. Sus rostros denotan cansancio y tristeza. El silencio
pesa. |
Me arrodillo ante cada uno y cada una sobre su colchón.
Les doy la mano y los escucho. Los sin papeles sonríen
de buena gana cuando les digo: "¡nunca estoy tanto
de rodillas como cuando estoy ante vosotros!"
Una mamá vino feliz a presentarme a su maravilloso bebé
de dos meses.
Un huelguista del hambre me parece muy debilitado. "¡Eres
joven!" le digo yo. Él me responde: "soy un
joven desesperado". Se llama Salah. No podré olvidar
su rostro. Al cabo de media hora todavía estoy de rodillas
en un colchón, a punto de terminar de saludar a todos,
cuando, de pronto irrumpe la policía en la sala: "Hemos
recibido la orden de evacuarles" El jefe de policía
me propone que tome la palabra para que todo vaya bien. Me niego.
Los huelguistas del hambre están tan débiles que
no ofrecen resistencia. Salah no se mueve. No tiene fuerzas para
ponerse de pie.
Tres policías se lo llevan. Un hombre llora. Me dice
que su mujer está en el hospital y no sabe lo que va a
ser de su hija.
Son un centenar de policías. Todo va muy deprisa. Los
sin papeles se amontonan en los vehículos. No saben adónde
se los van a llevar. Destino desconocido. |
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Liechtenstein
Situado entre Austria y Suiza, este principado alberga
un monasterio donde los cristianos, procediendo a menudo desde
lejos, gustan de reunirse y de conectar con sus raíces
profundas. En la frontera austriaca también hay una casa
de los misionarios combonianos, espacio de libertad muy frecuentado.
En esta estación invernal, ambos lugares están
rodeados de montañas nevadas que me encantan.
Una vez más, experimento que la Iglesia de abajo se
manifiesta con sorprendente vitalidad. Nuestras asambleas transcurren
bajo el signo del diálogo, de la amistad, de la oración. |
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¿Acaso no somos seres de la palabra y del intercambio?
Nos construimos gracias a los encuentros y los diálogos
que tenemos los unos con los otros. De ahí el sufrimiento
cuando vivimos la soledad y el rechazo porque ya no hay relación.
Un participante observaba: "¿al hacernos cristianos,
nos hacemos más humanos?"
Estamos inmersos en una cultura del éxito en que
la vida se concibe como una lucha contra los demás. El
motor de cada cual es la competición. Pensamos que la
competición es la fuente principal del progreso. Se trata
de vencer al otro, de dominarlo.
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Estos encuentros fueron de muy distinto cariz. La diversidad
de las lenguas y de las culturas favoreció una convivencia
que no se olvida. Como dice el lema: "ningún muro
entre los pueblos. Ningún pueblo entre los muros." |
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Visita a los estudios de
la televisión
Me marcho a Normandía, a Caen, para una grabación
en la televisión. En el andén de la estación,
el entrevistador me recibe con alegría. Junto con el chofer
que nos espera, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad para
comer en una cervecería. Momento que agradecemos ya que
hace mucho frío y el hambre nos puede.
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Aprecio poder visitar esta gran casa de la televisión.
Es nueva, moderna, abierta a la luz. Lo que me interesa, son
las gentes. |
Me gusta saludar a cada persona en su lugar de trabajo
y tomar el tiempo para escucharla. En el "santuario"
donde se realizan todos los controles y donde llegan todas las
informaciones del mundo entero, admiro la capacidad de atención
y la rapidez de los gestos de aquellos que están delante
de las pantallas.
El mundo no es un conjunto de objetos sino un conjunto de
lazos. Cada uno está en relación. |
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Una mujer me presenta su departamento de archivos. "En
este ordenador están almacenadas todas las informaciones."
Teclea mi nombre en la pantalla. "Usted ha venido 13 veces
a esta casa. Estas son las fechas, los temas de sus intervenciones..."
¡13 veces! ¡Me parecen muchas! Pero ésta es
la última vez que vengo.
Llegó la hora de ir con la maquilladora. Me pongo entre
sus manos. Cerrando los ojos, recuerdo esta palabra del filósofo
Emmanuel Lévinas: "El otro está antes que
yo, yo soy para el otro." |
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