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Salir de lo nuclear
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Tres buses salieron de París,
un sábado por la mañana, para dirigirse hacia una
pequeña ciudad del este de Francia: Bar-le-Duc. Yo estaba
en uno de ellos, junto con jóvenes de la liga comunista
revolucionaria. El viaje fue un auténtico placer. |
La manifestación nacional contra el enterramiento de los
residuos nucleares congregó a unas 5000 personas aproximadamente,
entre ellas muchos jóvenes, venidas de toda Francia. El
ambiente era de fiesta, cálido, simpático. El desfile
atravesó las calles de la ciudad vieja al son de la música
con gestos simbólicos que llamaban la atención
de los habitantes. Un éxito rotundo. A lo largo del recorrido,
no paraba de encontrarme con gente que venían a saludarme.
El dispositivo policial era impresionante.
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La población local que había
sido prevenida contra los riesgos de esta manifestación
ya no dudó en salir a la calle, en mirar con benevolencia
a los antinucleares y en hacerles preguntas. |
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Las centrales nucleares continúan produciendo residuos
nucleares radiactivos con los que no se sabe qué hacer.
Enterrarlos, como quien barre el polvo bajo la alfombra, es inaceptable.
Estos residuos seguirán siendo peligrosos durante milenios.
Significa exponer al subsuelo a una contaminación incontrolable.
Es una apuesta insensata cuyas víctimas serán las
generaciones venideras.
Se trata menos de encontrar un sitio para el enterramiento que
de encontrar una solución para el futuro. La solución
radical sería cerrar las centrales nucleares y recurrir
a otras formas de energía. Otros países han optado
por esta solución.
¿Acaso el combate contra el enterramiento de los residuos
radiactivos no es el mismo que el que llevamos a cabo para reclamar
otras opciones de sociedad tales como la organización
de los transportes?
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Familia expulsada
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En las afueras de París, una familia de Costa de Marfil
sin papeles me suplicó que fuese a verles. Lo cual hice.
El padre trabaja y gana a duras penas 300 euros al mes. La madre,
que yo encuentro agotada, espera un hijo para las Navidades.
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La hija mayor, con 18 años, que acaba de conseguir
sus papeles, está en el instituto. La segunda hija de
7 años. Dos chicos gemelos de 3 años.
La víspera, la policía había irrumpido
en su vivienda para una expulsión rápida. La mujer
estaba sola con sus hijos pequeños y no había sido
avisada. Tuvo que marcharse de inmediato. Afortunadamente, su
vecino de la planta, un parado, le abrió su puerta de
urgencia.
La familia fue realojada en un pequeño hotel al otro extremo
de la región de París. Un hotel donde no se puede
cocinar.
El padre de familia se mantiene digno en la prueba. Está
haciendo el ramadán. Al verme junto a él y a su
esposa le da fuerzas. ¡Tiene tantos obstáculos que
vencer! Para empezar ir al hospital con su esposa que no está
bien.
Pero sabe que no está solo. La solidaridad se organiza.
Ya está habiendo una movilización a su alrededor.
Se programa una concentración delante de la Prefectura. |
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En el Jardin des Plantes
(jardín botánico
de París)
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En este domingo de otoño, el tiempo está esplendoroso.
Me voy a dar un paseo por el jardín de París que
prefiero. Los árboles conservan todavía sus hojas
y sus flores, con su gran variedad, me admiro. Con este magnífico
sol, hay mucha gente. Me siento en un banco y miro divertido
a los chiquillos que se emancipan, maliciosillos, de sus padres. |
De pronto, alguien se acerca a mí e interrumpe mi
meditación. Tiene quizás unos 25, 30 años
y su rostro me parece preocupado. Me levanto y le ofrezco la
mano.
De entrada, me dice: "Soy un católico tradicionalista".
Ese tipo de encuentros es algo infrecuente para mí, sobre
todo entre flores.
El hombre, a quien desconozco, me plantea su petición:
"A un sacerdote tradicionalista, amigo mío, le gustaría
tener un debate con usted. ¿Aceptaría usted ese
debate con él?"
"Lo que me gustaría, sería, primero, verle
y conocerle. Las personas antes que las ideas."
Mi interlocutor está satisfecho y le parece mejor empezar
por conocerse. Le pregunto se quiere mis señas. Me tranquiliza
al momento diciéndome que sabe donde vivo. En el momento
de despedirse, he aquí que se arrodilla, me toma la mano
y besa mi anillo.
Ocurrió tan deprisa que yo fui el primero sorprendido.
Los que estaban sentados en el banco, tanto como los que pasaban
por el camino, me miraban con extrañeza. |
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Vascos en un juicio
En los medios, pudimos ver a jóvenes vascos españoles
sobre el muro de una cárcel parisina reclamando con pancartas
y eslóganes el acercamiento de los presos políticos
vascos. Éstos se encuentran dispersos a través
de Francia y España y luchan para reclamar que se les
traslade a cárceles cercanas al País Vasco. Se
trata de una vieja y justa reivindicación.
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Esta situación es contraria a las diferentes resoluciones
tanto europeas como internacionales. Pero desde hace unos 20
años nada cambió. ¡Las familias todavía
recorren hasta 1.600 Km. de ida y vuelta para media hora de locutorio! |
Me admira que una decena de jóvenes vascos tuvieran
el valor de venir hasta la región de París para
llevar esta reivindicación. Tuvieron la audacia de trepar
al muro de una cárcel donde se encontraban los presos
políticos vascos. La policía intervino. Se arriesgan
a una pena de cárcel y una multa.
El proceso se celebró en Versalles. Delante del Tribunal,
unos cincuenta jóvenes vascos han venido a dar su apoyo.
Viajaron toda la noche para estar ahí, en el juicio. Como
siempre, asocian la lucha a la fiesta. Dos de ellos tocan el
acordeón.
Vine para la rueda de prensa que se celebraba delante del Tribunal.
Luego entramos para el juicio.
Tengo grandes esperanzas de que los jóvenes no sean condenados. |