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Fiesta en la parroquia
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En un barrio de las afueras de Estrasburgo muy conocido, estaban
con los preparativos de la fiesta en honor de san Vicente de
Paúl, el patrón de la parroquia. Yo celebré
la misa vespertina del sábado en una sala grande y terminé
mi homilía con las palabras del señor Vicente:
"Los pobres son nuestros maestros" Tienen cosas que
decirnos. |
Mientras yo hablaba, veía a una mujer con mirada
expresiva quien, insistentemente, me hacía gestos con
las manos. Estas señas bien podían expresar que
se reconocía en las palabras del señor Vicente,
o también que quería tomar la palabra después
de mí. De hecho, deseaba tanto lo uno como lo otro.
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Vino junto al altar y todas las miradas se fijaron en esta
mujer. Su rostro estaba desfigurado por una grave operación,
consecuencia de un cáncer en la mandíbula. Ya no
tenía lengua. Se le comprendía con dificultad.
Pero lo esencial de su mensaje conseguía translucir: "he
sufrido mucho. He tenido mucho miedo. Pero confiaba en Dios y
se me fue ese miedo que tenía. Eso es lo que querría
decirles. Confíen en Dios y ya no tendréis miedo". |
Yo retomé estas palabras delante de la asamblea
y pedí que aplaudieran a aquélla que acababa de
demostrarnos que efectivamente, los pobres son nuestros maestros. |
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¿Cómo reaccionar?
Didier tenía mucho interés en verme. Es del
Oeste de Francia. De entrada me dijo que era homosexual y que
vive con su amigo. Ambos son católicos, están comprometidos
en una parroquia. El recién publicado documento de Roma
le parece retrógrado ya que condena las uniones homosexuales.
Se siente indignado y rechazado.
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Cierto es que cabía esperar de las autoridades de la
Iglesia católica otra clase de lenguaje que el de la condena
y el de la intolerancia. ¡Especialmente después
de tantos lamentables asuntos relacionados con la sexualidad
y vividos en su seno, ocultados durante mucho tiempo y que hoy
salen a la luz del día! Este documento no va a resolver
nada. Culpabilizará a las conciencias, herirá a
muchos homosexuales y provocará que muchos abandonen la
institución. |
Didier se pregunta cuál es la actitud que habrá
de adoptar y cómo podrá vivir sin amargura en su
corazón. De hecho, él mismo encuentra la respuesta.
La institución no lo va a romper y no va a fastidiarle
la vida. Quiere vivir. Su anhelo es que el amor venza en su vida.
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Me alegro de las palabras de Didier. Su experiencia del rechazo
le ayudará, de ello estoy seguro, a salir adelante. Si
consigue reaccionar después de esta prueba, muchos recibirán
de él luz y consuelo. |
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Leon, amigo mío
Acabas de dejarnos. Siento pena. Los sin papeles y los
sin techo van a sentirse huérfanos. Tú eras su
defensor.
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Durante diez años, fuimos compañeros de lucha,
íbamos juntos cruzando Francia para reunirnos con manifestantes,
para apoyar a los huelguistas del hambre, a ocupar edificios
vacíos, tomábamos la palabra. Hemos dormido en
la iglesia de Saint Bernard en París, en medio de los
sin papeles y el verano pasado arrancamos juntos maíz
transgénico en los campos de Marne. |
Un día, cuando nos estaba expulsando la policía
de un edificio, salíamos de primeros con una mujer que
llevaba a un niño pequeño en su cochecito. Tenía
aspecto enfermizo y daba pena verla. Tus ojos se llenaron de
lágrimas y me comentaste: "¡Fíjate Jacques,
en que sociedad estamos!"
No soportabas la injusticia. Yo admiraba tu valor cuando
tomabas la palabra delante de todo el mundo. Estabas tan convencido
que no tenías miedo de nadie.
Eras judío ateo y te gustaba llamarme "mi obispo
preferido"
Eras un cancerólogo famoso y libraste tu última
batalla contra un cáncer que no te dejaba ninguna salida.
Adiós Leon. |
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Allí todo era hermosura
y hospitalidad
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Las montañas nevadas de Voralberg en Austria estaban
soberbias. Los árboles de los bosques permanecían
extrañamente verdes en esta estación otoñal.
¡Tal vez creyesen que todavía fuera primavera! |
En este decorado majestuoso, salpicado de sol, St Gerold se
destacaba como un espacio de acogida y de encuentro. Un Padre
benedictino es su alma mater. Comprendí por qué
tanta gente viene a este lugar impregnado de espiritualidad. |
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Las gentes de las montañas estaban en armonía
con la naturaleza y con los animales. Para ellos la tierra no
era un objeto sino un sujeto que reclama respeto y cuidados.
Les veía sensibles ante la modernidad, la tolerancia,
la calidad de vida.
Durante un fin de semana, disfruté hablando y dialogando
con ellos. Cierto número de ellos han padecido y todavía
padecen por culpa de la Iglesia. Se han dado de bruces con incomprensiones
y rechazos.
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Les ponía el ejemplo del torrente que se oye fluir
muy cerca de St Gerold. Las piedras ponen obstáculos al
agua que baja de la montaña. Pero estas piedras son las
que hacen cantar el agua del torrente.
Los obstáculos que nos encontramos por parte de la Iglesia
pueden convertirse en caminos nuevos y las pruebas en manantiales. |
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