Cuaderno de bitácora de Junio 2002

    Alegría en la carretera  En el Jardin des Plantes 
    Cuando una vida se viene abajo 
    Vivir en proximidad 
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Alegría en la carretera

Una mujer que ya no podía salir de su casa a causa de la enfermedad, había insistido en que pasase a verla. No la conocía, pero me fui a su casa sin esperar tomando el metro. Saliendo en la estación que creía la adecuada, no conseguía orientarme.

sur la route  Entré en una peluquería; el peluquero estaba ocupado peinando a una mujer. Apenas había formulado mi pregunta, me respondió: "¡Por ser usted, ha tenido suerte, pues nunca hablo con un cura! . La mujer que se estaba peinando volvió la cabeza, intrigada par este diálogo inhabitual. Mirando fuera, el peluquero prosiguió: "Ve esa moto que pasa. Sígala corriendo. Es todo recto". 

No me quedaba más solución que seguir la moto que ya había desaparecido de mi vista. Saliendo, me volví para decirle: "¡Gracias por ponerme en el camino recto!". El peluquero, dejando rápidamente a su cliente, salió tras de mí para decirme con gesto cómplice: "Yo no le pongo en el camino recto. Sólo le indico el recto camino".
Admirable precisión que había iluminado no solamente mi camino, sino también a la mujer enferma que me estaba esperando.

     

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En el Jardín des Plantes

jardin  Es un encanto para mí atravesar este jardín de ensueño en pleno Paris: las flores despliegan su belleza, los pájaros se creen que están en el paraíso y los niños se desenvuelven con libertad. 

Mientras caminaba admirando estas hermosas cosas de la creación, oí a alguien correr detrás de mí. Era una mujer. Toda sofocada, me dijo: "¿Me reconoce?". Su cara no me era desconocida. Pero adelantando mi lentitud, se presentó sin tardar: "Soy Emmanuelle Béart". ¡Era evidente! ¿Quién no reconocería a la célebre actriz? Nos dimos un abrazo para celebrar este reencuentro inusual.

Emmanuelle Béart había manifestado su solidaridad con los sin-papeles que habían ocupado la iglesia de Saint Bernard. Había incluso aceptado dormir en la iglesia para evitar que la policía interviniera. Egise St. Bernard

Su compasión por las familias y los niños había tocado el corazón de los sin-papeles.

"Venga, me dijo, voy a presentarle a mi marido y a mis hijos". Yo recordé entonces lo que ella me había dicho un día: "Me he comprometido con los sin papeles, porque no querría que más tarde mis hijos me reprocharan el no haber hecho nada por ellos".

Prosiguiendo mi camino por las alamedas bordeadas de flores, tres mujeres me detienen, contentas de estrechar mi mano y de verme en carne y hueso. "Somos judías y queremos que Israel termine de la guerra contra los palestinos. El gran encuentro de "La Paz ahora", que acaba de celebrarse en Tel Aviv es un gran acontecimiento".

Yo le conté cuanto me había alegrado al enterarme deque la célebre cantante israelí Yaffa Yarkoni había tomado claramente posición contra la guerra de Israel; justifica a quienes hoy se niegan a servir en los territorios palestinos.
"Lo más duro para nosotras, me confiesan estas mujeres, es que no estemos de acuerdo con nuestras familias. Es un tema que incomoda"

   

 

     
   

Cuando una vida se viene abajo

En una magnífica mansión parisina, encuentro a un hombre echado en su cama. Me acoge con una amplia sonrisa. Con excepción de la cabeza, todo su cuerpo está paralizado. ¿Qué le ha ocurrido?

Haciendo parapente en la montaña, cayó sobre una roca. Con cuarenta años, su vida se ha venido abajo. Su mujer, que adoraba y a quien todavía adora, murió de un cáncer poco tiempo después. La dureza de estos acontecimientos no le ha destruido. Se peleó para vivir. Aprendió a renacer. De marxista se ha convertido en cristiano. Su fe en Cristo es límpida.

Hemos comido en la misma mesa. En su silla de ruedas le han dado de comer como a un bebé. La conversación continuó sin que manifestara el menor signo de impaciencia o de tensión. Nunca una queja. Por lo contrario, manifestó la paz y la alegría que viven en él.

lumière  "Tengo la suerte -dice- de poder vivir en mi casa y de estar bien atendido y cuidado porque tengo dinero. Pienso en todos los que están obligados a quedarse ingresados en los centros. He vivido ese infierno durante algunos años". 

Yo no he podido evitar de escribirle algún tiempo después para agradecerle su testimonio que da ganas de vivir.

   

 

     
   

Vivir en proximidad

en Normandie  Cerca de una pequeña ciudad de la Normandía profunda, existe un barrio en el que viven muchos inmigrantes. Alguien tuvo la buena idea de montar allí un taller de escritura con una periodista escritora. Un grupo de mujeres inmigradas aceptó ponerse a trabajar, a pesar de sus numerosas ocupaciones. 

Expresaron la memoria que tienen del barrio a partir de los acontecimientos de la vida. Todas las previsiones se cumplieron con creces. No sólo ha salido un libro de éxito, sino que, además, se han creado sólidos lazos de amistad entre las familias y este barrio.

Yo fui invitado a encontrarme con este grupo. Bajando del tren, las mujeres del taller de escritura me esperaban en el andén. Me condujeron directamente a su barrio para contarme con pasión y orgullo como se había escrito su libro. Disfruté escuchándolas. Forman una familia.

Después de la conferencia que di en el centro de la ciudad, algunas mujeres con sus maridos quisieron terminar la velada conmigo en un pub. ¡Aún no se me habían acabado las sorpresas, llegando a este pub repleto de jóvenes! El responsable del pub estaba encantado de verme en su local. Y en cuanto a los jóvenes, me reconocieron con alegría. Y heme aquí apretando manos, sentándome a sus mesas, bebiendo cerveza, firmando autógrafos… Sus palabras me emocionaron.

Pensé en una pregunta que venía haciéndome después de la conferencia: "¿Cómo hacer para atraer a los jóvenes a la Iglesia?". Yo había respondido: "Somos nosotros los que debemos ir a juntarnos con ellos allí donde se reúnen, donde viven, donde luchan". Yo no pensaba acertar hasta ese punto cuando me reuní con los jóvenes en este pub.   là oùils vivent