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Diario del Padre Congar
Un amigo sacerdote leyó el diario teológico
del padre Congar que acaba de ser publicado. Me escribe: "es
conmovedor. ¿Pero esto es pasado?"
Leo a mi vez estas páginas candentes escritas en las horas
bajas de la Iglesia romana (1946-1956). La Curia de entonces,
y los que la son fieles, no acaban de humillar al religioso dominicano,
sin que éste pueda conocer lo que se le reprocha exactamente.
El padre Congar está reducido al silencio. Vive el
exilio, la soledad, el desconcierto. La carta que escribió
a su madre para su 80 cumpleaños es conmovedora. "Prácticamente,
me han destruido. Tanto como pudieron, me han destruido. Todo
aquello en que creí y para lo que me di me ha sido retirado:
ecumenismo, enseñanza, conferencia, acción junto
a los sacerdotes colaboración a Témoignage Chrétien
No
tocaron mi cuerpo; en principio, no tocaron mi alma; no me pidieron
nada. Pero la persona de un hombre no se limita a su piel y a
su alma. Sobre todo cuando este hombre es un apóstol doctrinal,
él es su acción, es sus amistades, sus relaciones,
su irradiación normal. Me quitaron todo eso; me pisaron
todo eso, y así me hirieron profundamente. Me redujeron
a la nada y, por lo tanto me han destruido".
Cuánto ha sufrido este hombre por parte de la Iglesia,
¡esta Iglesia a la que había consagrado su existencia!
Poco después de su muerte, en 1995, un dominicano me dijo:
"El padre Congar le había escrito en el momento de
su destitución por Roma. Creo que hubiera querido tener
una respuesta de su parte".
Esta carta, desgraciadamente, nunca me llegó. ¡Qué
pena, nunca conoceré su contenido! |
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El vergel de España |
Acudí a Murcia, capital regional y vergel de España,
todavía tenía en la mente el drama que acababa
de desarrollarse allí: la muerte trágica de doce
ecuatorianos amontonados en una camioneta.
Después de haber dado una charla en el marco de la semana
cultural sobre la inmigración, fui a visitar a los sin-papeles
(ecuatorianos en su mayoría) que habían ocupado
una iglesia. Acogida calurosa. Los sentía muy emocionados
por mi presencia, sin duda porque constataban que les consideraban
como hermanos y no como problemas. No tenían papeles pero
dignidad sí tenían. Me pidieron que bendijera su
comida que generosamente les habían ofrecido.
En Molina, situada a unos veinte kilómetros de Murcia,
unos cincuenta sin-papeles ocupaban también los locales
de la iglesia. Sabían que la nueva ley del gobierno español
sobre la inmigración les condenaba a la clandestinidad
o a la expulsión. Se convertían en ilegales.
Sostenidos por la población y en relación con los
extranjeros refugiados en las iglesias de Barcelona, decidieron
entrar en resistencia. Yo les declaraba: "No son los
sin-papeles quienes son peligrosos, sino la ley la que es peligrosa".
¡Mensaje recibido! |
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El domingo a medio día, bajo el sol, manifestación
delante de la iglesia Santo domingo de Murcia. Se puede leer
en las banderolas: "papeles para todos".
Antes de dejarles, les dejo un mensaje: "Cuando se lucha
unidos, se gana a menudo". |
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Una espiritualidad
laica |
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En Cannes, me encontré con "masones",
de diferentes especialidades, venidos de toda la Costa Azul.
Debido a la afluencia, la sala del sótano fue acondicionada
para recibir el sonido y la imagen. Tema que me habían
dado para la conferencia: "¿El hombre necesita
una religión?"Como a menudo, las preguntas conducen
a un enfoque nuevo. No creer en Dios, no quiere decir que no
se tenga espiritualidad. No pertenecer a una Iglesia, no significa
que no se tenga creencia. Se puede rechazar los dogmas y las
religiones llamadas reveladas, sin renunciar a la trascendencia.
Una trascendencia sin Dios. Es una espiritualidad laica, una
sabiduría construida sobre valores que respetan la dignidad
del otro.
Después del intercambio, una cena muy alegre nos aportó
la alegría del encuentro. Era tarde cuando el "venerable"
me llevó a su casa familiar, situada en las tierras del
interior. La bahía de Cannes se extendía majestuosamente
bajo nuestras miradas mientras pasábamos junto a las mimosas
en flor
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En el recinto del palacio
En el tren que me conducía a Montpellier, estaba frente
a mí un maravilloso actor que me divertía.
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Íbamos ambos al juicio de José Bové ( portavoz
de la confederación campesina) y compañeros. |
Este actor desempeñaría el papel de Maestro Polichinela
defendiendo a Guiñol acusado de haber saqueado un campo
de palomitas de maíz. Tenía que actuar en la gran
explanada del Corum delante de la gente. Una parodia de la justicia.
Burla de los poderosos.
Sin demorarme, me fui al Palacio de Justicia estrictamente protegido
por la policía.
Una liturgia de la palabra iba a comenzar con la llegada al tribunal
de los testigos. ¡Qué libertad de palabra! El auditorio
oía una palabra cargada de experiencias, de luchas, de
sufrimientos. En algunos momentos de intensa emoción,
no se podía evitar de aplaudir. Así cuando aquella
mujer, mauritana, habló de campesinos desposeídos,
desesperados, que sobreviven sin tener la posibilidad de organizarse
y de luchar. Este movimiento de rebeldía, dijo ella, les
da esperanza.
La defensa de los seis abogados fue otro momento fuerte. Recordaron
que la justicia, es hacer reinar el derecho, es dar derechos
a los que no los tienen. Pero el derecho es algo que se construye,
que está llamado a transformarse. |
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La historia nos enseña que las luchas, los actos
de insumisión, permitieron al derecho evolucionar para
hacer nacer un derecho nuevo. Así, ayer, para el derecho
a la vivienda, hoy para el derecho a una alimentación
sana, el derecho de los pueblos a alimentarse ellos mismos.
En las circunstancias presentes, los acusados se encontraban
en estado de legítima rebeldía. Y recordaremos
la reflexión de Jean-Jacques Rousseau: "Si el
pueblo promete someterse, se disuelve por este acto y pierde
su cualidad de pueblo"
Fuera, el carnaval anti-mondialización estaba preparado,
con una multitud entusiasmada. En cuanto al maestro Polichinela,
su éxito estaba asegurado
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