bible
 
La Visitación:  
Lucas 1, 36-56  
   
Marie et Elisabeth Tras la Anunciación (el momento en el que un ángel le pregunta a María si accede a esperar un hijo), María deja Nazaret. Se va apresuradamente a un pueblo de la montaña de Judea para ponerse al servicio de su prima Isabel, encinta de seis meses. La envuelve un momento gozoso. La Visitación aparece como la realización de su «sí» pronunciado en Nazaret.
 
   
Marie lleva en ella un secreto que la colma. ¿Podrá contárselo a su vieja prima? ¿Qué puede decirle de su secreto? ¿No es en primer lugar el secreto de Dios? María no conoce todavía el lazo que existe entre el niño que lleva en su seno y el que lleva Isabel. Por el momento, camina con paso rápido y su corazón está lleno de alegría.  
   
En la Visitación, uno sale de su casa para ir al encuentro de los otros. Uno deja la propia casa para irse a vivir a la casa de otros. Es una aventura y una molestia. Se trata de hacerse aceptar tal como uno es, con su historia, su edad, sus maneras de vivir y de pensar, sus creencias... Es toda la persona la que se propone ser acogida por el otro.  
   
Dejarse acoger es más difícil que acoger. Viniendo de otra parte, se asume el riesgo de ser rechazado. La Visitación es un misterio de hospitalidad.
mystère d'hospitalité
 
   
He aquí que María se encuentra a Isabel. Un reencuentro determinante para las dos mujeres, conscientes de que esto que ocurre en ellas las desborda. Entonces comienza un sorprendente diálogo: un diálogo en el que no hablan de sí mismas. María e Isabel se iluminan la una a la otra sobre la misión que les ha sido confiada. Van más lejos en la comprensión de lo que se les ha anunciado. Dejan estallar su alegría por haber sido escogidas por Dios para participar en una obra maravillosa que las sobrepasa.  
   
Isabel expresa su felicidad y María canta su vida para Dios en el Magnificat.  
   
Cuando vamos a visitar a los demás también somos visitados/as por ellos y nos damos cuenta que ellos están tan abiertos y atentos con nosotros. Porque todos son visitados/as por el Espíritu de Dios. No tengamos miedo, pues, de salir al encuentro de los otros para que nos podamos iluminar mutuamente. Entenderemos mejor las riquezas de las que cada uno/a es portador/a. Damos y recibimos. Esto es lo que ocurre en el diálogo interreligioso.  
   
Hoy el diálogo con el Islam, igual que con las otras religiones, resulta indispensable para una profundización mutua de nuestras creencias respectivas. Es un largo camino por recorrer que supone humildad y confianza. Pero, a imagen de la Visitación, de ello resultará una fecundidad recíproca.