bible
 
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos  
   
"¡Todo lo ha hecho bien! ¡Hace hablar a los sordos y hablar a los mudos!" Marcos 7, 37.  
   
guérison Este grito de admiración que procede del gentío anuncia la curación de un sordo tartamudo por parte de Jesús. El relato de Marcos es muy concreto: « En pleno territorio de Decápolis, le presentan a Jesús un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándose de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: « Effatá», que quiere decir: « ¡Ábrete! Se abrieron sus oídos y, al instante, se le soltó la lengua y hablaba correctamente… » (Mc 7, 32-36)
 
   
La escena transcurre en la región de Tiro y Sidón, famosa por su paganismo. Jesús no vacila a la hora de ir a visitar a gentes poco recomendables a ojos de los judíos piadosos. He aquí a un hombre encerrado desde el inicio de su vida en un desierto de silencio: sus oídos no perciben ningún ruido y de sus labios sólo salen unas cuantas palabras mal pronunciadas.
Pero la gente lo lleva junto a un desconocido que pasa por allí. ¿Creen de verdad en este hombre tras el que corren las multitudes? El Evangelio no lo dice. Estos anónimos que le empujan ¿tenían buenas intenciones?... Algunos esperaban sin duda un milagro en directo, ahí, delante de sus ojos. Y el sordo-tartamudo no era más que el intermediario necesario.
 
   
Al hombre sin voz, Jesús se lo lleva a solas, en el silencio de un cara a cara con él. Se aparta del gentío, seguramente por buscar la discreción, para que su interlocutor se encuentre cómodo. Para Jesús, este desgraciado es verdaderamente un ser único; no es el que provoca burla o compasión.
impression
 
   
Mediante gestos significantes, Jesús responde a la plegaria emitida: él "pone su mano" a la manera de los profetas, que hacen gestos legibles para cualquiera. Y le abre los oídos y le deslía la lengua. ¡Divina sorpresa para el sordo! Los primeros sonidos que escucha, es la mismísima palabra del Enviado de Dios, Jesús de Nazaret. Se puede pensar que sus primeras palabras correctamente pronunciadas son de agradecimiento para este curandero poderoso y tan discreto.
A su regreso entre la gente, Jesús da a todos la consigna de "no contarle nada a nadie". Estas palabras lo revelan tal y como es él, huyendo de la publicidad alborotadora; y temeroso de la incomprensión por parte de los testigos de sus milagros. Él es el verdadero silencioso, el hombre que permanece sordo a las vanaglorias pasajeras.
 
   
Dos mil años después del acontecimiento, todavía decimos esta palabra en presente: "Él hace oír". ¡Cuántos hombres y mujeres, encerrados en un desierto de silencio, experimentan la sensación de que nada puede cambiar, de que nada va a cambiar, de que nada debe cambiar!  
   
ouvre-toi Y, un buen día, unos amigos o unos desconocidos les dan un empujón y los despiertan. En el desierto del inmovilismo, mana una fuente; Alguien pronuncia un "¡Ábrete!" Y les entra la esperanza, ponen el oído, y de pronto esas palabras oídas mil veces, que hasta el momento habían resbalado por sus oídos, penetran hasta lo más profundo de su ser y les hacen decir: esta vez sí que comprendo, oigo.